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Ferrocarriles y política nacional

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Por Juan Godoy*

“El plan de democratización de la vida argentina debe comprender, por lo menos, a los servicios de transporte, porque ellos constituyen el sistema circulatorio troncal del organismo nacional; los medios de cambio, porque ellos son los vasos comunicantes de la riqueza natural y del trabajo que la moviliza; las fuentes de energía térmica e hidráulica, porque ellas pueden incrementar o aminorar las industrias en que el trabajo se valoriza y multiplica; las tribunas de información, porque no es posible que aparezca como opinión pública lo que sólo es opinión interesada de los grupos financieros. En una palabra, todo cuanto tiene posibilidad de influir en el destino del pueblo debe estar bajo el control del pueblo” (Raúl Scalabrini Ortíz)

           La noticia del pronto envío de un proyecto de ley para retomar la administración estatal de los ferrocarriles, conjuntamente con la reconstrucción lenta pero sostenida del tejido industrial de la última década, y el corrimiento de las políticas neoliberales, ligadas a la “timba financiera” y privatizadoras de los años 90’s, es auspiciosa en tanto abre la posibilidad de acelerar la senda del desarrollo industrial.

            Que el estado argentino re-tome el control de los ferrocarriles resulta también positivo en el marco de la administración kirchnerista que ha dado muestras de excelentes gestiones en otras de las empresas que habían sido privatizadas en la oleada neoliberal, ¿quién puede sostener hoy que era mejor la gestión francesa a manos de Suez de Aguas Argentinas que la estatal AySA[1], o que las AFJP administran mejor los fondos de pensión y jubilaciones que el estado argentino[2], o bien que era mejor la política vaciadora de Marsans que la “nueva” Aerolíneas Argentinas[3], ni que hablar de el nuevo rol de YPF en el desarrollo nacional, en relación a lo que había realizado REPSOL[4]?
Nos interesa reflexionar aquí sobre el papel posible a cumplir por los ferrocarriles en relación al desarrollo de una política nacional. Cómo éstos pueden ser un importante puntal donde se asiente el desarrollo industrial para el fortalecimiento de una nación soberana y mejoramiento de la calidad de vida de los sectores populares, y no cumplan el papel de mantenernos en el primitivismo agropecuario en tanto “un país que sólo exporta materias primas y recibe del extranjero los productos manufacturados, será siempre un país que se halla en una etapa intermedia de su evolución”. (Ugarte, 24/11/15. Rep. 2010: 156)Es que “un país sin una industria nacional autónoma no es una nación” (Hernández Arregui, 2004: 203)
            Raúl Scalabrini Ortíz, quien más profundamente ha indagado en la cuestión de los ferrocarriles[5] (vale aquí también recordar las denuncias de Osvaldo Magnasco, Emilio Civit, Celestino Pera o bien de Manuel Ugarte desde el periódico La Patria, entre otros), ha demostrado largamente que los ferrocarriles pueden cumplir el propósito de desarrollar al país, o bien pueden impedirlo. Se trata del sentido que se le otorgue a los mismos. Recordemos que, sobre todo a partir de la administración nacional de Bartolomé Mitre (1862-1868), con la consolidación de la Argentina semi-colonial, los ferrocarriles se trazan[6]en abanico hacia el puerto de Buenos Aires, respondiendo a la lógica de un país dependiente, en este caso, de Gran Bretaña[7]. Scalabrini reflexiona magistralmente al respecto en una conferencia en la Facultad de Ingeniería de La Plata: “a nadie se le dice que las redes ferroviarias constituyen la estructura fundamental de una nación. A nadie se le dice que el ferrocarril –el instrumento de progreso más eficaz que se creó durante el siglo pasado- es el arma de dominación y sojuzgamiento más insidiosa y letal porque atenaza y paraliza los núcleos vitales de una nación. Si se mira el mapa de la República, la vasta extensión aparece como parcelada bajo una intrincada red de líneas férreas que forman una malla muy semejante a una tela de araña. Esa impresión visual es una representación muy exacta de la verdad. La República Argentina es una inmensa mosca que está atrapada e inmovilizada en las redes de la dominación ferroviaria inglesa”.(Scalabrini Ortíz, 1937: 6. Subrayados nuestros)


            Manuel Ugarte desde las páginas del periódico La Patria (que sostuvo el neutralismo en la Primera Guerra Mundial), pone de relevancia el papel pernicioso para el desarrollo nacional de los altos fletes: “en estos momentos en que el país podía y debería haber realizado un gran impulso industrial, emancipándose, dentro de la relatividad y posibilidad de los acontecimientos, se ha encontrado con que en virtud de los altos fletes ferroviarios acrecidos recientemente”. Con la política de tarifas[8]los británicos han frenado el desarrollo industrial de nuestro país. Celestino Pera a principios del siglo XX fue categórico al respecto gritó en la Cámara de Diputados que “no hay trabajo ni es posible que lo haya sin ir a la quiebra o al desastre a causa del flete de las empresas ferroviarias que no nos permiten trabajar sin arruinarnos” (Pera, citado en Galasso (comp.), 2009: 131)
En otro artículo de La Patria Ugarte vuelve sobre el tema, y va a sostener en tanto el drenaje de riquezas hacia Londres que conllevan los ferrocarriles de nuestro país, “menester es reconocer que el país debe en gran parte su desarrollo agrario al riel. Esto es indiscutible, pero a costa de cuántos sacrificios. La nación suda, trabaja y se sacrifica parea acrecer los dividendos que se giran a Londres, no sólo en la forma que fluyen de los balances sino por otros conceptos que escapan al contralor del público e incluso a los poderes públicos” (Ugarte, La Patria: 3/1/16 ), es más aquí va a poner de relevancia la complicidad de las oligarquías locales con el imperialismo británico estableciendo que los poderes públicos siempre estuvieron al servicio de los intereses de las empresas[9].
            Ese papel es el que cumplieron los ferrocarriles bajo el influjo británico. Cabe resaltar en este punto que el autor de historia de los ferrocarriles británicos ha demostrado, rompiendo con la idea impuesta por la colonización pedagógica, que los ferrocarriles no fueron construidos por los británicos, sino que los capitales invertidos son producto de la riqueza y el trabajo argentinos capitalizados a favor de Gran Bretaña, con sus argucias y la complicidad de la oligarquía argentina. Que gran parte del tendido se haya construido bajo el influjo británico, o que con maniobras se hayan quedado con gran parte del tendido no significa que la construcción de los mismos no haya sido, como realmente fue, con brazos argentinos.


            Si bien los ferrocarriles en los cimientos de la nación fueron desarrollados según una lógica dependiente, con la “mano” británica detrás, de modo de mantenernos en el primitivismo agropecuario[10], a partir de su nacionalización en el Gobierno de Juan Domingo Perón[11]y durante sus presidencias, serán puestos al servicio del desarrollo industrial en ciernes, en consonancia con una política nacional. Perón hace referencia al tema afirmando que “la empresa del estado (…) es el camino para satisfacer necesidades básicas de la comunidad (…) Ningún país es verdaderamente libre si no ejerce plenamente el poder de decisión sobre la explotación, uso y comercialización de sus recursos y sobre el empleo de sus factores productivos” (Perón, 2012: 82-83) El peronismo fortalecerá la función de los servicios públicos con la Reforma Constitucional de 1949, fundamentalmente a través del artículo 40[12].
Esa compra de los ferrocarriles que algunos pretendieron tachar rápidamente como la compra de “hierro viejo”, sin comprender el papel fundamental que pueden cumplir éstos, a los cuáles Scalabrini contesta rápidamente indicando que se trataba de “comprar soberanía”[13]. En el mismo sentido se manifiesta Ricardo M. Ortíz para quien “lo que compraba el país no eran solamente vagones, locomotoras y estaciones; compraba su autonomía para desarrollar rieles en concordancia con sus propios intereses (…) La nacionalización de los FF.CC. asumía pues en 1946 el carácter de un aspecto de la lucha anti-imperialista” (Ortíz, R.M., 1958: 146-154)
La necesidad de la conducción estatal en materia ferroviaria era una cuestión que se había planteado desde los comienzos mismos del ferrocarril, por patriotas que defendían la industria argentina, y no la británica. Así, Emilio Civit, ya a finales del siglo XIX, había concebido la importancia de la propiedad estatal de los ferrocarriles, argumenta el entonces Ministro del Gobierno de Roca "las líneas del Estado se extienden en todas direcciones, en demanda unas veces de nuevas fuentes de producción que acrecienten su tráfico y otras para que sirvan como reguladoras y morigeradoras de las empresas privadas en sus tarifas excesivas"(Civit. Cit. Scalabrini Ortíz, 2009: 122).
          
  Asimismo, Scalabrini Ortíz estableció que "los ferrocarriles constituyen la llave fundamental de una nación (...) Es imposible concebir una unidad orgánica cuyas vías de comunicación pertenezcan al extranjero, así como es imposible concebir un ser cuyos movimientos sean regulados por una voluntad ajena"(Scalabrini Ortíz. Señales 23/10/35. Rep. Galasso, 2008: 198). Es imperativo entonces romper la lógica del ferrocarril que responde a un modelo semi-colonial, que las vías y los trenes estén al servicio del desarrollo industrial (esta industrialización tiene que ser nacional, pues cabe destacar, desde ya, que no es lo mismo industrialización que industrialización nacional), de una política nacional. No guiados por la ganancia, pues no todo puede estar regido por ésta.
Los ferrocarriles responden a un interés mayor. Pues éstos, como los recursos naturales, la energía, el crédito, el comercio exterior, la renta agraria diferencial, etc. no pueden estar en manos privadas y/o extranjeras. Las necesidades colectivas, los derechos sociales, no se pueden ligar al afán de lucro. Los ferrocarriles deben ligarse a las necesidades nacionales, diametralmente opuestas a los intereses que persigue el capital privado, deben contribuir a abaratar los costos de la industrialización. El país necesita controlar su estructura económica para avanzar hacia su desarrollo como comunidad autónoma, y la justicia social.
En este sentido de avanzar en el control de los “resortes” básicos de nuestra economía, y del papel estratégico de los ferrocarriles para continuar en la senda de la liberación nacional. Para finalizar evocamos estas palabras de Hernández Arregui quien afirma que “Un país industrializado (…) impone una restructuración, el entrelazamiento de las diversas regiones del país, cuya dispersión geográfica y económica, en los países coloniales, ha sido lograda a través de los ferrocarriles y caminos delineados no para el mercado interno sino para el mercado externo. Las comunicaciones deben invertir su trazado y dirección. No serán solamente de adentro hacia fuera. Sino en lo fundamental para dentro” (Hernández Arregui, 2004: 200) 
           




Incluir, mucho más que abrir las puertas

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La Universidad Pública en tiempos K.. La mayoría de los actuales alumnos son la primera generación de universitarios de sus familias…




Universidades Públicas: Un lindo caramelito a privatizar por Macri, Sanz y cía
Incluir, mucho más que abrir las puertas


por Julián Mónaco. Licenciado en Comunicación e integrante del equipo editorial de UNIPE para Le Monde diplomatique…

La mayoría de los alumnos de las casas de altos estudios creadas en los últimos años conforman la primera generación de universitarios en sus familias. Sin esa tradición, adaptarse a ese ámbito desconocido, complejo y por momentos caótico, no resulta sencillo. ¿Qué hacen estas instituciones para no expulsar a los jóvenes de los sectores populares?
El 95% de los estudiantes que comenzaron en 2011 venía de hogares cuyos integrantes nunca habían pisado la universidad”, asegura Ernesto Villanueva, rector de la Universidad Nacional Arturo Jauretche (UNAJ) ubicada en Florencio Varela. Para el primer ciclo lectivo, los 3.046 inscriptos superaron tan ampliamente las expectativas que las autoridades debieron realizar acuerdos con diferentes instituciones educativas de la zona para la apertura de subsedes que todavía hoy funcionan. “Además –completa el rector– el 40% de nuestros chicos viven en calles de tierra y es indudable que no estarían cursando estudios superiores si la universidad no hubiera llegado a la puerta de sus casas”.

Este fenómeno aparece como la marca distintiva de las nueve universidades nacionales creadas entre 2007 y 2009. Adrián Cannellotto, rector de la Universidad Pedagógica de la Provincia de Buenos Aires (UNIPE), explica: “Hoy tenemos otros perfiles en la universidad: la mayoría de los estudiantes son primera generación de universitarios en sus casas y muchos, además, primera generación de egresados del secundario. Son chicos que están dando un salto muy grande respecto de sus padres”.


Con la apertura de las universidades de Río Negro, Chaco Austral, Villa Mercedes (San Luis) y Tierra del Fuego, cada provincia pasó a tener al menos una casa de estudios superiores. Además, en el mayor cordón poblacional del país, abrieron sus puertas las universidades de José C. Paz, Avellaneda, Del Oeste (Merlo), la de Florencio Varela y la de Moreno, donde la inscripción online requirió la apertura de un aula de informática: el 40% de los estudiantes no contaba con computadora en su casa. 

Desde sus inicios, en nuestro país la experiencia universitaria fue una historia de desarraigos. Emplazadas en los grandes centros urbanos, los estudiantes estaban obligados a realizar largos y costosos traslados que muchas veces terminaban siendo motivo de abandono de las carreras. La concentración de las universidades trajo aparejada, además, la concentración de sus profesionales egresados. “Hoy se está revirtiendo esta tendencia, porque se ha logrado incorporar al concepto de inclusión la idea de territorialidad y acercar la universidad a la gente”, sostiene Martín Gill, diputado nacional por la provincia de Córdoba y ex secretario de Políticas Universitarias.


A la creación de estas nuevas universidades, se suma la reciente apertura de los Centros Regionales de Educación Superior (CRES), ubicados en lugares de baja densidad poblacional: veinticinco en Buenos Aires, ocho en Córdoba, dos en Misiones. Son fruto de la asociación entre universidades y los municipios y brindan, en general, carreras cortas, muchas veces tecnicaturas, con salida laboral en la región. “Esta expansión es posible porque el Estado invierte hoy más del 1% del PIB en educación superior”, explica Aldo Caballero, secretario de Políticas Universitarias desde diciembre de 2013. 

Como señala la diputada Adriana Puiggrós, las universidades no solamente llegan con oferta a lugares en los que antes no la había: también generan nuevos vínculos con la comunidad. “No se trata sólo de una actividad de extensión, sino que se involucran directamente en la discusión de los problemas que atañen a sus territorios, produciendo conocimiento”, argumenta.

Por ejemplo, en 2013, la Universidad Nacional de Avellaneda abrió su propia Escuela Secundaria Técnica en la Isla Maciel. Lo mismo hicieron las universidades de Quilmes (UNQ) y San Martín (UNSAM). Todas impulsadas por el Ministerio de Educación. “La experiencia de la universidad abriendo un secundario en la villa es muy fuerte”, dice Julia Denazis, directora de la escuela que otorga el título de Maestro Mayor de Obras. La matrícula actual es de veinticinco chicos, muchos de ellos con varios años fuera de las aulas, una población muy distinta a la que reciben los secundarios gestionados por las universidades tradicionales. “Se trabaja en red con la comunidad: vamos a las casas y hablamos con las familias –cuenta Denazis–. Es una tarea más amplia que la del aula”.


Democratización interna


Las nuevas universidades están obligadas a trabajar con la hipótesis de que aquel que llega a sus aulas no tiene por qué conocer cómo es la vida universitaria. “El desafío para estas instituciones –afirma Cannellotto– es darse una política que permita hacer la transición entre la secundaria y los estudios superiores. Eso implica responder cuáles son las operaciones que tienen que hacer los jóvenes para inscribirse en una trayectoria universitaria y sin desertar en el primer o el segundo año, teniendo en cuenta que es allí donde se concentran los mayores problemas.”

“La Jauretche” tiene hoy cerca de 10.700 estudiantes regulares. Entre 2010 y 2013, sumando cada período de inscripción, se inscribieron cerca de 21.000 aspirantes. “Pero los alumnos que efectivamente vinieron el primer día, cinco meses después de anotarse, fueron 16.700 –comenta Villanueva–. Es decir que cerca del 25% de los inscriptos decide durante el verano que no va a estudiar. Y eso luego de haber presentado muchísimos papeles. A su vez, tenemos cerca de un 30% de deserción, fuertemente concentrado en los primeros años. Esa proporción no es satisfactoria para nosotros; trabajamos para que haya un índice mucho menor.” 
Las universidades que despuntaron al calor del Bicentenario identifican como problemático el tránsito de la secundaria a los estudios superiores y dedican muchos esfuerzos y recursos para favorecerlo. “La ventaja que tienen estas universidades –subraya Caballero– es que están ensayando estrategias nuevas.” Estos caminos parten de la tesis de que la verdadera inclusión no se restringe a lo económico: a la democratización externa, sigue el problema de la democratización interna.
La nivelación académica y el acompañamiento de los estudiantes en su inserción a la cultura universitaria son las cuestiones que orientan la mayor parte de los cursos de ingreso que no sólo incluyen contenidos curriculares; también explican cómo pedir un libro en la biblioteca, cómo solicitar una beca en el CONICET y cómo poder tener acceso a un equipo de investigación o una cátedra. Conocimientos que en las universidades tradicionales se dan como supuestos de antemano, aunque en muchos casos no sea así. “Las universidades tradicionales –afirma Puiggrós– tendieron a establecer dispositivos de expulsión de los sujetos populares, tales como el CBC.” 
La Universidad Nacional de Moreno, en la que el 93% de los estudiantes son primera generación de universitarios y cerca del 70% los primeros en sus casas en terminar la escuela secundaria, desarrolla entre febrero y marzo el Curso de Orientación y Preparación Universitaria. Consta de tres materias (Resolución de problemas, Lectoescritura y Ciencia) y no es eliminatorio: la aprobación de cada asignatura se logra a través de cuatro trabajos prácticos que se monitorean en tutorías, pautadas inicialmente como personalizadas pero que muchas veces son desbordadas por centenares de alumnos. 
Además de realizar la corrección de los trabajos, los docentes deben completar una exhaustiva grilla por cada alumno (con ítems como “reconocimiento de géneros discursivos” y “cohesión y coherencia”) y realizar informes que permiten seguir su evolución. Luego son elevados a las carreras para que dictaminen cuántas de las materias estipuladas para el primer cuatrimestre puede cursar el estudiante y cuántos talleres-refuerzo deberá realizar. 
Karina Sosa tiene a su cargo dos comisiones de sesenta ingresantes cada una y además realiza tutorías: “Debemos contar con una sensibilidad especial porque cuando alguno de los estudiantes tiene un mal resultado se frustra y quiere abandonar.
A veces el curso queda un poco corto para todo lo que hay que reparar: me ha pasado de tener chicos que en quinto año no habían tenido Lengua, porque no había docentes que llegaran a dar clases a sus escuelas. Muchos de los problemas están relacionados a la escritura y después producen abandonos al interior de las carreras, entonces hay que trabajar muy fuerte”. 
Con sede en las localidades bonaerenses de Gonnet, Pilar y Almirante Brown, la UNIPE, abierta en 2009, cuenta con la particularidad de tener en sus aulas estudiantes que son docentes: en su mayoría mujeres, con un promedio de edad cercano a los 37-38 años y que trabajan (más de la mitad) en dos turnos escolares. Entre los desafíos que explican su creación se cuenta el de explorar nuevas formas de relación entre los mundos de la universidad y la docencia, que en Argentina tendió a construirse tomando distancia de la formación universitaria. Esta matriz cultural, sin embargo, viene siendo desmentida en los hechos: hoy la mitad de los profesores secundarios son egresados de la universidad.
En el caso de la UNIPE, algunas de las operaciones institucionales que apuntalan el desenvolvimiento de los docentes en la lógica universitaria coinciden con las desplegadas por el resto de las universidades. Pero otras son diferentes. “Buscamos incluir a los docentes en la lógica del pensamiento de una disciplina, en su tradición y en sus problemas de enseñanza –puntualiza Cannellotto–. Nuestro mayor desafío es lograr que los docentes tengan con el conocimiento una relación que no sea puramente instrumental, sino mucho más profunda. El deseo de conocer y el deseo de enseñar van juntos.” Ana Pereyra, Secretaria de Investigación de la misma universidad, completa: “Para nosotros la experiencia universitaria tiene que ver con desarrollar una actitud investigativa dirigida a la práctica profesional”. Y agrega: “Esa experiencia siempre tiene como marco una institución formadora y depende de un desarrollo en el tiempo. Por eso no puede compararse con una serie de cursos cortos y aislados que nunca alcanzan a marcar la subjetividad”.
Masividad y calidad
La matrícula de las universidades argentinas no ha dejado de crecer desde la vuelta a la democracia: si en 1983 nuestro país contaba con 400.000 estudiantes, en la actualidad son cerca de 1.700.000. En los últimos años, esta expansión no fue motorizada a través de la ampliación de vacantes en las universidades tradicionales sino, fundamentalmente, acercando los estudios superiores a los sectores populares. Ya en 2013, las 12 universidades nacionales del conurbano albergaban unos 150 mil estudiantes, más de la mitad que la UBA.

Esta heterogeneización de la educación superior no estuvo exenta de críticas que volvieron a poner sobre la mesa la idea de que la masividad y la calidad son mutuamente excluyentes. Estas críticas, sin embargo, nunca incluyeron como blanco a las universidades de Buenos Aires, Córdoba y La Plata (las tres muy prestigiosas y a la vez masivas) lo cual revela muy rápidamente un prejuicio de clase.
De acuerdo a las conclusiones aportadas por investigadores de la Universidad Nacional de Quilmes, no hay diferencias significativas de rendimiento entre los estudiantes de las universidades tradicionales y de las nuevas. Sí las hay, en cambio, en los ritmos de cursada debido a que, fundamentalmente, los estudiantes de las clases populares están obligados a trabajar mientras estudian.
“Muchas veces se compara el sistema universitario brasileño con el argentino y se dice que Brasil tiene más de un 50% o 60% de tasa de graduación y nosotros no, cuestión que haría a la universidad muy cara. Estamos muy conscientes –explica Caballero– que tenemos que mejorar la tasa de egreso. Pero nadie dice que Brasil tiene un examen de ingreso que solamente pueden pasar quienes pueden pagarse la preparación. Los modelos no pueden ser comparados tan ligeramente.”
Sebastián Gómez tiene 20 años y, además de estudiar Comunicación Social en la Universidad Nacional de Quilmes, trabaja como operario en un taller de Don Bosco: “Me anoté por vocación. Y un gran punto a favor es que curso muy cerca de casa. Hay un montón como yo, de hecho, desde hace unos años, cuando tomo el tren Roca veo muchos pibes estudiando”, señala antes de hablar de sus expectativas: “Me gustaría hacer periodismo en un medio de zona sur. El pueblo argentino está haciendo un gran esfuerzo para pagarnos la carrera y eso hay que devolverlo”. 


Una de las hermanas de Sebastián comenzará este año una tecnicatura en Gestión de Medios Comunitarios que la misma universidad ofrece en modalidad virtual: “Trabaja en un local y no puede renunciar para empezar a estudiar”, explica Gómez. Una historia parecida es la de Ludmila Piotroski, que a los 18 años se inscribió en la Licenciatura en Administración de la Universidad Nacional Arturo Jauretche. Desde abril del año pasado, es titular del Programa de Respaldo a Estudiantes Argentinos (PROG.R.ES.AR.): “Hay que acreditar que se está estudiando; si no te dan de baja”, cuenta. Con las fotocopias de la tarjeta que entrega el plan y las de su DNI, la universidad le entrega gratis los libros. Además, recibe un 40% de descuento en transporte con la tarjeta SUBE. 
Este tipo de relatos, hoy multiplicados, demuestran que la inclusión no requiere únicamente de la gratuidad. Según Piotroski, hay otras cuestiones que podrían colaborar para favorecerla. Los gastos en comida, señala, pueden resultar elevados: “Donde yo estudio haría falta un comedor estudiantil. En Ciudad Universitaria se puede almorzar por 15 pesos”. Las guarderías, agrega, serían otra asignatura pendiente: “Quizá podría haber un espacio físico con alguna maestra jardinera donde puedan quedarse los nenes de 0 a 3 años. Es una manera de que las jóvenes que son madres tengan la posibilidad plena de estudiar, porque si no tienen que pagar una guardería o a alguien que cuide a las criaturas”.

Fuente: Le Monde diplomatique, edición Cono Sur y UNIPE:  Universidad Pedagógica
Tirando al medio

“El mundo interamericano ya no existe, hoy se trata de un mundo nuestroamericano”

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Alvarez destaca que el ALBA es más una alianza política con proyección económica, en tanto que los otros organismos regionales como Unasur y Celac tienen un planteo más económico, sobre la base de la unidad respetando las diferencias.

 Por Patricio Porta
Cuando en diciembre de 2004 el entonces presidente venezolano Hugo Chávez visitó a Fidel Castro en La Habana, la creación de un bloque latinoamericano capaz de promover un modelo alternativo al propuesto por Washington parecía una empresa idealista. Faltaba un año para que Evo Morales llegara al poder en Bolivia y otro más para que Rafael Correa fuera consagrado presidente de Ecuador.
Compuesto por doce países de América latina y el Caribe, el bloque dinamizó economías complementarias y estrechó la cooperación. “Se ha avanzado lo suficiente como para que con inteligencia y la gente movilizada en la calle, no se retroceda. Para el ALBA, la integración es transformación”, evaluó Bernardo Alvarez, secretario general del organismo, durante su reciente visita a Buenos Aires.
–¿Cuál es el balance que usted hace a diez años de la creación de ALBA?–El balance es más que positivo. Tenemos una renovada integración latinoamericana. No sólo porque el ALBA se ha mantenido y ha crecido, sino porque ha sido también un instrumento que permite la coordinación con Unasur, Celac y Petrocaribe. Además, hemos logrado que uno de los ejes de nuestra propuesta, que es la inclusión social, sea un discurso que hoy asume mucha gente. En un momento sólo nosotros hablábamos de la necesidad de poner eje la inclusión, y ahora es un planteamiento que mucha gente acepta. Por otro lado hemos mantenido la paz. Unicamente un mecanismo que permitiera la inclusión social, el rescate de la soberanía y la construcción de un modelo alternativo al neoliberalismo nos ha permitido seguir en paz. No tenemos la menor duda de que si se aplicaba aquí el esquema del ALCA iríamos hacia sociedades profundamente fracturadas y hacia una situación de gran presión social que hubiera producido una violencia social y política.
–Pero en un primer momento fue una idea de Cuba y Venezuela. Los demás países no parecían muy convencidos de que otro modelo social y económico fuera viable.–El logro particular del ALBA está en haber podido demostrar que había otra forma. Porque la inclusión puede darse en un discurso, pero cuando se dice que se ha sacado del analfabetismo a cinco millones de personas, que se les ha mejorado la vista a casi dos millones y que se han graduado miles de médicos comunitarios que hoy están en el altiplano boliviano, en las selvas venezolanas, en los barrios pobres de Ecuador, de Haití y de Centroamérica, es todo un logro. Es algo concreto. La agenda social la llevamos adelante. Se pueden resolver en una generación problemas sociales importantísimos, como el analfabetismo, o la visión en la Misión Milagro. O que tengamos el número de médicos que requerimos para que la gente tenga atención en salud. Y un programa que es muy bello, que es para los discapacitados. En nuestro país la situación del neoliberalismo era tan grande que los que no estaban bien debían resignarse. Entonces se fue a buscar a todos los discapacitados casa por casa y se identificó más de un millón. Se determinaron sus dolencias y sus problemas para atenderlos, para recibir rehabilitación, una silla de ruedas o una atención especial. Creo que es un profundo acto de amor y es la expresión del compromiso con la inclusión. No olvidar a los que tienen problemas graves. Buscarlos y atenderlos.
–Al poco tiempo de su creación, el ALBA vio nacer otros bloques regionales como Unasur y Celac. ¿Cómo es la relación con esos organismos?–Que la Celac exista es un gran logro. Con el ALBA no compite una organización que sea más progresista en lo social. Hay una convicción en que los esfuerzos sociales que se han hecho son inéditos en América latina. Desde el punto de vista político, siempre estuvimos en función de lograr una integración. Desde el principio planteamos que queríamos un mecanismo de integración que permitiera a los latinoamericanos y caribeños estar juntos sin invitados o fuerzas externas no queridas. Eso lo logramos con la Celac. Este es un proceso complejo. Estamos saliendo de un viejo mundo y entrando en otro nuevo. Y a veces mientras muere el viejo está naciendo el otro. Por ejemplo, la visión interamericana, que era básicamente la relación política de Estados Unidos con la región, está hoy en crisis. El mundo interamericano ya no existe. Más bien hoy se trata de un mundo “nuestroamericano”, por decirlo de alguna manera. No significa que no haya OEA y que los países no participen. Pero indudablemente hay nuevas organizaciones que están expresando esa nueva realidad. Incluso la propia OEA tiende a cambiar porque se da cuenta de que es un espacio distinto.
–¿Piensa que una integración real es posible en un continente tan diverso?–Somos un continente muy complejo, tenemos diferencias entre nosotros. Tenemos el Caribe, Centroamérica, Sudamérica, el Cono Sur y demás. Son procesos de integración que convergen. La Celac es muy importante porque nos incorpora a todos. Lo bonito también es que haya países del ALBA que participen en Unasur, Celac, Petrocaribe o el Mercosur. Todo esto empieza a moverse en un nuevo sistema de integración, que a su vez tiene subsistemas. Pero lo determinante es que la integración vieja está siendo sustituida por una nueva forma de integración. Claro, dentro del nuevo modelo habrá distintos sistemas u opciones que responden a distintos procesos históricos. El Mercosur tiene una orientación marcadamente económica. El ALBA surge más bien como un modelo político, que ahora tiene un desafío económico. Unasur es una instancia política que indudablemente ha jugado un papel importantísimo con el Consejo de Defensa Sudamericano o con su posición durante el ataque colombiano a Ecuador, sin interferencias internacionales. Quedó muy claro que América latina no volvería a aceptar una acción de este tipo. Fue aislada la gente que quería convertir a Colombia en una suerte de nuevo Israel, para atacar a todos los vecinos desde allí. Y qué casualidad, los vecinos eran los del ALBA. Eso fue superado. El papel que jugó Unasur en Bolivia. Ese es un ejemplo de la nueva y la vieja forma de integración. En el marco de la OEA, si no te gustaba un gobierno porque era demasiado progresista, promovías una oposición que tomaba acciones y generaba una situación de caos. Entonces venía la OEA, les daba reconocimiento de parte y le decía al gobierno que tenía que ponerse a negociar con la oposición. Mientras que en Unasur, y el caso de Bolivia es emblemático, bajo la presidencia pro tempore de Michelle Bachelet se establece el compromiso de colaborar y ayudar al gobierno de Evo Morales. Esa era la misión de Unasur. Y allí no había partes. Había un gobierno y unos sectores políticos que tienen los derechos que les da la Constitución. Pero no eran partes políticas para una negociación, porque esos sectores estaban tratando de desconocer la existencia del Estado. Incluso en esa oportunidad la Unasur tomó la previsión de establecer mecanismos especiales para garantizar, por ejemplo, el tránsito aéreo, porque ciertos sectores habían cortado vías para impedir que los alimentos fluyeran del Oriente a Occidente. Que seas propietario de un camión o que no te guste un gobierno no significa que vayas a generar una crisis de escasez de producción por un interés político. La acción de Unasur fue tomar todas las acciones que le permitieran al gobierno boliviano restablecer la normalidad en el tránsito de su país.
–¿Qué significó la creación del ALBA para los países que lo integran?–Nunca habíamos tenido los medios para expresar nuestras propias ideas. Desde el ALBA respetamos los otros mecanismos de integración, pero creemos que tiene que haber una revolución, entendida como un proceso de transformación profunda. El presidente Chávez decía medio en broma: “Hay que esperar a ver si hay una contrarrevolución. Si la hay, es porque entonces ha comenzado la revolución”. Si no hay una contrarrevolución significa que no se está avanzando todo lo que se puede avanzar. No podemos pensar en una sociedad distinta si tenemos el mismo Estado. Un Estado que responda a las condiciones históricas, sociales y económicas. Ese es uno de los desafíos del futuro: cómo construir una nueva institucionalidad. Está bien, el marco institucional existente nos puede permitir avanzar. De hecho nos permitió sobrevivir cuando se buscó la inconstitucionalidad para acabar con los movimientos sociales. Pero ya hemos conquistado cosas y debemos generar otro espacio para no retroceder.
–¿Cree que ha habido una mayor democratización en los países del ALBA?–La visión de la democracia representativa y la de la participativa son un factor clave. Indudablemente los nuevos modelos de integración implican una revolución de la participación. Primero hubo un rescate de lo público, de la política. Y después una promoción de la participación. En el modelo anterior era lo contrario. Eran democracias de elite donde se limitaba la participación y era preferible hasta que hubiese una suerte de antipolítica, que la gente no se interesara mucho en eso, y que les dejara la política a los partidos y a los dirigentes políticos. Esa era una democracia boba. Ahora pasamos a una democracia que abrió los canales. Es decir, rescató la política y promovió la participación. Antes, mucha participación era sinónimo de inestabilidad. Hemos cambiado eso y ahora la participación es garantía de estabilidad.
–Usted habla de un viejo y un nuevo orden. El ALBA vino a hacerle frente al ALCA, pero ahora surgen nuevos bloques como la Alianza del Pacífico. ¿Considera que es un resurgimiento del ALCA por otras vías?–Los modelos siempre expresan fuerzas políticas distintas. Lo que nosotros hemos planteado es el avance de un modelo de integración subregional que respete la diversidad. Pero hemos puesto sobre la mesa que había que rescatar lo público y que los modelos de integración no podían estar basados exclusivamente en los intereses económicos transnacionales. Por ejemplo, los sistemas fiscales de los recursos naturales. ¿Cuál ha sido siempre el objetivo de las grandes potencias sobre nuestros países? El control de los recursos naturales. En Venezuela se logró una transformación y una recuperación de la soberanía sobre los recursos naturales. Había otros sectores que nos atacaban porque decían que los recursos naturales debían estar ahí para que las inversiones pudieran acceder a ellos. Sí, estamos de acuerdo, pero previamente tiene que haber una negociación con el Estado, que debe determinar hasta dónde y cuándo quiere llegar con esa inversión. Entonces todos los países comenzaron a ver el ejemplo de Venezuela y a modificar sus propias leyes fiscales. Y hoy en día uno de los elementos en Unasur es tener una política conjunta sobre los recursos naturales, incluyendo países como Colombia. Siempre van a surgir otros planteamientos, como la Alianza del Pacífico. Hasta ahora ellos han tenido una visión económica que se respeta, porque es algo propio de los países, pero pertenecen a la Celac. Tienen una serie de compromisos dentro de la Celac.
–¿Cómo se acomodó Estados Unidos a esta mayor integración de los países latinoamericanos?–El tema de Estados Unidos es como la miopía. Es como creer que el problema son los lentes, que lo que molesta es la luz. Hasta que llegas al médico y te dice: “Lo siento, el problema no es la luz, sino que necesitas corregir tu visión”. Es difícil a veces que esos grandes poderes entiendan que tienen que corregir su visión. Siempre piensan que las cosas son como ellos quieren, o no son. Creo que han sido sorprendidos por lo que ha ocurrido en América latina. Porque pensaron que lo de Chávez era un accidente y que una vez que eso pasara eso no volvería a ocurrir. Y no fue un accidente. Claro, era un líder que había surgido en un momento muy particular, con una visión y plan que llevó adelante. Pero era una expresión de transformación que había en todo el continente. Ahora estamos en un momento en el que va a ser muy interesante ver cómo Estados Unidos enfoca y lee la realidad latinoamericana. Un tema clave es el embargo a Cuba. . Eso mismo querían hacer con nosotros: mantenernos en una Guerra Fría permanente. Utilizaron a Cuba para eso, y después quisieron utilizar a Venezuela. Pero esta integración impidió que esa Guerra Fría existiera. Y hoy en día los gobiernos se entienden todos. Tanto los gobiernos progresistas como aquellos que tienen una visión política e ideológica distinta. Pero ya no vamos a aceptar el mecanismo anterior de jugar siempre a la división entre nosotros. Por eso lo que pasó en el ALBA es importante.
–¿Quiere decir que el ALBA facilitó el nacimiento de Unasur?–Las transformaciones del ALBA, que se dan en tres países fundamentales, como Venezuela, Ecuador y Bolivia, han sido elementos determinantes para que surgiera Unasur y para que hubiera unión sudamericana. No podríamos pensar en Celac sin unión sudamericana.
–¿Por qué algunos países, como Honduras, abandonaron el bloque?–Eso formó parte de una estrategia diseñada para tratar de pegarle al ALBA por los eslabones más débiles. El caso de Honduras es emblemático por la doble moral del aparato mediático y político. Al presidente Zelaya le dieron un golpe militar y no pudo o no quiso hacer nada. El Congreso de Estados Unidos presionó a la administración de Obama para que mantuviera una línea dura contra Zelaya. Lo que genera tristeza es que la excusa era que había que salir de Zelaya porque era un dictador en potencia. Pero cuando uno ve la realidad, se da cuenta de que Zelaya no tenía las fuerzas armadas, ni la Corte Suprema, ni el Congreso, ni los medios ni los empresarios. ¿Qué poder acumuló entonces el señor Zelaya? Fue una idea clara de golpear a estos eslabones más débiles. Luego tenemos el caso de Paraguay. La situación es dinámica y eso se ha restablecido en cierta medida. Pero fue muy obvia para todo el mundo la doble moral norteamericana y de estos sectores de la derecha. Esto brindó mucha conciencia, mucha alerta a todos nosotros: estos sectores de la derecha en nuestros países y en Estados Unidos siempre van a tener un plan para desestabilizarnos. Lo mismo ocurrió con la muerte del presidente Chávez.
–Más allá de los casos de Zelaya y Lugo, también hubo intentos serios por derrocar a Evo Morales, a Correa y a Maduro. ¿Las considera advertencias?–Pienso que esas cosas son como un búmeran, que más bien se te revierte. Creo que ha habido mucha molestia. Fue demasiado obvio. ¿Cuál fue la justificación para darle ese golpe a Zelaya? ¿Dónde estaba el poder que había acumulado? Ellos quisieron presentarlo como una advertencia, pero se vio como algo desproporcionado debido a esa doble moral. Eso hizo que la gente reaccionara.
–Evo Morales ganó las últimas elecciones con un porcentaje muy alto. Correa se encamina a un tercer mandato. El modelo boliviano y el ecuatoriano son muy exitosos. ¿Por qué en Venezuela, el otro país de gran peso dentro del ALBA, hay en cambio una crisis recurrente en términos políticos y económicos?–Ellos nunca han dejado de hostigar a Venezuela. De manera más abierta, menos abierta; más violenta, menos violenta. Ni un solo día: pretensión de sanciones en el Congreso norteamericano, en las cortes internacionales, promoción directa y abierta de la conspiración de lo sectores de extrema derecha. Ellos interpretaron que la salida del presidente Chávez era un momento de debilidad que permitiría retomar el plan de la conspiración y de la desestabilización y hacerlo vivir. Venezuela vivió unos procesos muy complejos y complicados con la muerte del presidente Chávez. Aquí el presidente Kirchner muere cuando no estaba en el gobierno. El presidente Chávez muere estando en el gobierno y cuando acaba de ganar unas elecciones de manera contundente. Creo que aprovecharon esa situación para generar esta arremetida, que fue muy fuerte. En el estado de Táchira, fronterizo con Colombia, y con apoyo de muchísimas fuerzas de la derecha colombiana, donde está demostrada la mano del ex presiente Alvaro Uribe y de otros sectores de la extrema derecha latinoamericana y americana, lograron establecer una situación de mucha angustia. Una situación terrible. Plantearon hasta elementos secesionistas sin ninguna razón.
–Pero los intentos de desestabilización no dejaron de acosar a Chávez, incluso desde el golpe de 2002. En todo caso se intensificaron con su muerte.–Eso venía desde que el presidente Maduro había ganado las elecciones, cuando hubo varios muertos del lado chavista a manos de la oposición. Políticamente se ha logrado restablecer la situación. Pero no es sencillo, porque ha habido una situación económica muy difícil. En medio de esta conspiración política se ha afectado muchísimo a la economía. El caso del contrabando es un ejemplo. De eso se ha ido saliendo también. Cuando el presidente falleció, se lanzaron con todo y se jugaron todas las cartas. La ventaja de esos procesos es que se devela rápidamente la intencionalidad. Por lo menos eso permite ver quién es quién y qué es lo que buscan. Ahorita hay una oposición muy dividida. La gran contradicción es que nunca han podido presentar un proyecto alternativo más allá de salir de Chávez. Y ahora Chávez ya no está.
–El secretario de la Unasur, Ernesto Samper, manifestó recientemente que la salida a la crisis en Venezuela es un “gran pacto social”. Sin embargo, el presidente Maduro había convocado meses atrás a los sectores opositores a un diálogo abierto. ¿Por qué cree que esa vez no funcionó?–El presidente Maduro es un hombre de mucho diálogo y de mucha experiencia política. Fue presidente de la Asamblea Nacional –Parlamento– muchos años y canciller. El hizo un gran esfuerzo. No sólo convocó al sector político, sino que también propuso un diálogo a todos los sectores sociales y económicos. A raíz de la ofensiva económica, que se ha llamado “guerra económica”, convocó a todos aquellos sectores para decirles que había un claro intento de desestabilizar al gobierno. El problema es que hay sectores que no quieren dialogar, porque para ellos significa dejar de lado la agenda desestabilizadora. Ellos siguen pensando que la forma de lograr una modificación en el país es a través de un proceso de desestabilización. Su expresión más grande fue en febrero pasado, cuando después de haber ganado algunas alcaldías, que les habían dado la posibilidad de desarrollar una fuerza política, transformaron ese relativo éxito electoral en un esfuerzo de desestabilización. Eso está totalmente documentado: las conexiones con la derecha colombiana, con la derecha centroamericana.
–¿Ve en otras partes del mundo procesos como el que se desarrolla en América latina?–Peligros hay. Desafíos hay. No es fácil desmontar las viejas estructuras. Hay que acercarse a la realidad. Un ejemplo interesante es el movimiento Podemos en España, que un una última encuesta se encuentra por encima del Partido Popular. Una organización con un manejo impecable de los medios y un mensaje sencillo: aquí hay una casta y lo que ha hecho el sistema político es defender a esa casta.
–¿Por qué decidió conmemorar los diez años del ALBA en Argentina?–Aquí hay que hacerle un homenaje al presidente Néstor Kirchner y a lo que significó la cumbre de Mar del Plata. Aquí hay algunos antecedentes. El presidente Chávez planteó el ALBA por primera vez en 2001 en la Conferencia de Estados del Caribe. En 2003, Kirchner y Lula firman el Consenso de Buenos Aires, donde ya marcaron el camino. En 2004, Chávez y Fidel firman la declaración conjunta. En 2005 se produce la derrota del ALCA en Mar del Plata. El ALBA nació, de alguna manera, o al menos sus alas se fortalecieron en Mar del Plata. Después vino Unasur. Y más tarde la Celac. Son un conjunto de sucesiones que nos llevan a ver la nueva realidad, la nueva integración. El ALBA nace en el 2004, pero quien le da las alas es Mar del Plata.
Fuente:Página/12

Imperialismo y dependencia en el pensamiento de Roberto Carri

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Juan Godoy*
“El sistema imperialista produce una oposición radical a su dominio que se expresa en las revoluciones anti-imperialistas y en los movimientos de liberación nacional. Los movimientos de liberación encarnan concretamente, prácticamente, la negación a la opresión del sistema sobre el conjunto vivo de la nacionalidad: el pueblo (…) El pueblo es la unidad política concreta que enfrenta al imperialismo” (Carri, A 3er. Mundo, Nº 4: 13)

Roberto Carri[1]analiza profundamente el desarrollo del capitalismo, haciendo énfasis en la etapa imperialista, que Lenin expresó como la etapa superior del capitalismo. En palabras del argentino “el capitalismo necesariamente produce imperialismo como su forma superior” (Carri, 1973: 73). Recorreremos sus ideas en torno al imperialismo y la dependencia, en tanto consideramos la actualidad de su pensamiento.
Considera Carri que el imperialismo incorpora las áreas coloniales y semi-coloniales a su sistema, de modo de poder continuar reproduciéndose en base al saqueo, y la expoliación de estos territorios dominados formalmente, o bien informalmente. Así, los sistemas económicos feudales, esclavistas, economías de subsistencia no son “cosa del pasado”, sino más bien una parte de la etapa imperialista que se manifiesta plenamente en el presente. Es mediante la expansión monopolista que los países centrales profundizan la presencia en las áreas coloniales o semi-coloniales.
Resalta asimismo el pasaje de una forma de dependencia a otra a principios de siglo XIX. En este sentido, luego de los procesos emancipatorios de Nuestra América, y en especial en el caso de la Argentina, se pasa del dominio formal como colonia con respecto a España, al dominio “invisible” de Gran Bretaña a través, fundamentalmente, de la penetración económica.
A lo largo de nuestra historia existió una lucha entre los sectores cómplices y beneficiarios de la situación de expoliación, y los sectores sociales opuestos, que se levantaron una y otra vez contra la dominación colonial. Es decir, como sabemos, existen fuerzas que luchan por un desarrollo independiente, y por las cambiar la estructura dependiente, y las que pugnan por un modelo vinculado a la dependencia y al mantenimiento del orden social desigual. Los países latinoamericanos, como “patrias chicas”, se fueron conformando a partir de determinadas dominaciones coloniales e imperiales. Se fueron conformando como “economías dependientes”. Siempre que se quiso romper con el sistema de dominación imperial se encontró con la oposición de quienes incorporaron a la Argentina al sistema mundial a partir de la idea del librecambio y de “las ventajas comparativas”, es decir con la resistencia de las oligarquías locales. De esta forma, “el subcontinente se divide en tantas naciones como puertos de exportación capaces de organizar el comercio exterior existían” (Carri, 1971: 26)
Los atisbos de desarrollo capitalista, en tanto producción artesanal que existían en la región fueron eliminados al ingreso de la manufactura extranjera. Pero Carri piensa que lo fundamental, en la perspectiva imperial no es la producción de materias primas por parte de los países dependientes, sino más bien el consumo de éstos de dos tipos de excedentes: el excedente de productos manufacturados, y del excedente financiero.
Piensa Carri que desde que la burguesía comercial porteña, a principios del siglo XIX, con Rivadavia a la cabeza estableció una alianza con el librecambismo inglés, se desarrollo (más-menos) un modelo agroexportador (Rivadavia destruyó la manufactura local y se posicionó a favor de la manufactura británica – Concesiones de recursos naturales, empréstitos, etc.), que recién se logró cambiar (temporariamente), durante los años del peronismo, en que se apunta a la primacía del desarrollo industrial. Pero esa experiencia dura poco, 10 años, y el breve interregno de los 70’s, pero antes, en 1955 se restablece un régimen neocolonial. Tanto Rivadavia, como Mitre, Sarmiento, la Unión democrática, el gorilismo, etc. son representantes de un régimen colonialista o neocolonialista. Rosas aparece aquí como un interregno, como un freno a la penetración imperial y como el intento de una nación autosuficiente. Rosas es apoyado por las masas populares. Pueblo-Nación se oponen a la penetración extranjera. Los caudillos populares, y el yrigoyenismo (aunque se mueve dentro de la lógica del país semi-colonial agroexportador), también aparecen como un freno al avance del imperialismo. Pero lo que resalta Carri, que nos interesa hacer énfasis aquí también es que siempre la resistencia al neocolonialismo parte de las masas populares, al mismo tiempo que destaca que solo la ruptura de la estructura imperial es la que asegura el desarrollo de una política realmente independiente.
Las inversiones del imperialismo no son aisladas o casuales, invierten allí donde se fortalece la dependencia, e impiden todo otro tipo de desarrollo. La fábula de las inversiones extranjeras que traen el progreso no hace mella en Carri. El desarrollo y el subdesarrollo para él son dos caras de la misma moneda, es primordial dar cuenta de esto. Pues, el subdesarrollo es producto del desarrollo de otros pueblos vía la expoliación de parte de los países colonialistas sobre los subdesarrollados. Estamos ante la presencia de un pensador que propugna la industrialización del país, necesaria para la independencia económica. Así la oposición es subdesarrollo-dependencia vs. desarrollo-independencia. En este sentido, “las naciones dominadas por el sistema imperialista no pueden acceder al polo hegemónico debido al carácter estructural de la dependencia, ni tampoco pueden cortar esos lazos sin romper de raíz con las relaciones de producción que los reproducen” (Carri, 1973b: 13)
La integración económica de los países coloniales y/o semi-coloniales al imperialismo generan un sector social con niveles de ingresos que se asemejan a los de los centros metropolitanos, al mismo tiempo que el conjunto de la población de los primeros tiende a empobrecerse, no solo con respecto a los sectores dominantes internos, sino también en relación a la población de la metrópoli.
La oposición principal en Carri es Nación o dependencia, Patria o colonia, Pueblo vs. Oligarquía e imperialismo. La contradicción ciudad puerto-interior es derivada de otra central que es imperialismo-nación, en tanto las oligarquías o burguesía comerciales portuarias usan su poder al servicio del interés extranjero, agrega el autor que“el problema de la dependencia es la constitución de estados jurídicamente libres pero realmente subordinados al sistema mundial de dominación” (Carri, A 3er. Mundo, Nº 6: 105)
La lucha contra el imperialismo y la oligarquía se manifiesta entonces como nacionalismo de masas. Este nacionalismo existe por la presencia del imperialismo, es la respuesta al mismo.De esta forma, los “movimientos populares son aquellos movimientos de masas que, no obstante su mayor o menor consecuencia, ponían en el centro de la lucha y la discusión la disyuntiva de la independencia nacional frente al proyecto liberal imperialista” (Carri, 1973b: 233)
Los movimientos nacionales son la oposición básica al imperialismo, superan la determinación económica y se identifican con la nación. Lo primordial entonces en Carri es la política, o la unidad entre la política y la economía. Se hace necesaria la revisión de la historia, pero no como mera actividad intelectual, sino como política viva, no como historia de muertos. Hay que recuperar el pasado revolucionario del pueblo argentino para orientar una política nacional. Afirma el sociólogo, gran lector de Frantz Fanon, que “la recuperación crítica de la historia de los pueblos por el imperialismo, se integra en la lucha liberadora, y en esa lucha la “tradición” deja de ser una imposición del pasado sino un instrumento dinámico en la lucha por la liberación” (Carri, 1973: 67)
La lucha anti-imperialista en la Argentina es contra el imperialismo y al mismo tiempo contra sus opresores internos. Si bien en los países coloniales la lucha por la liberación nacional asume muchas veces la forma de un gran frente nacional en el que están integrados al mismo diferentes sectores sociales, esto no suprime las contradicciones internas. Así, la garantía de la liberación nacional es de la mano de los trabajadores. No se puede confiar en la burguesía nacional. No asume la burguesía nacional la crítica a fondo del imperialismo, es una cuestión coyuntural en tanto su interés. Si bien el frente es policlasista, la ideología solo puede ser a partir de los sectores trabajadores.Afirma el sociólogo que “reivindicar una Argentina independiente significa concretamente oponerse a todas aquellas clases sociales que hicieron del país un apéndice neocolonial. Significa liquidar internamente y no sólo internacionalmente, los vínculos con el sistema imperialista. Es decir, liquidar a las clases sociales que hacen posible la continuidad y reproducción del imperialismo. Esto es abolirlas, suprimirlas económica y políticamente, destruir las relaciones de producción que hacen posible la supervivencia del régimen” (Carri, 1973b: 219)
 Para Carri solo los trabajadores pueden llevar hasta sus últimas consecuencias el proceso de liberación nacional. Las masas populares son las verdaderas protagonistas de la historia. Es por ello que hay que dejar de lado toda concepción iluminista y/o vanguardista, esto es una concepción aristocratizante del conocimiento y la política. No hay conocimiento que no deba partir de la capacidad creadora de las masas. Hay que vincular el conocimiento con la práctica colectiva de los pueblos, pues “la cultura popular, las tradiciones históricas son patrimonio de los pueblos, porque desde que ellas van desarrollando nuevas formas sociales, política, económicas y culturales, así como van perfeccionando y profundizando la lucha contra el imperialismo y las clases dominantes” (Carri, 1973: 64)















*Sociólogo (UBA).
Bibliografía

Carri, R. (1973b). Poder imperialista y liberación nacional. Las luchas del peronismo contra la dependencia. Buenos Aires: Efece.
Carri, R. (S.f.). Poder y dependencia. Parte 2. En Antropología 3er. Mundo. (2009). Año 2, Nº 6. Re-edición facsimilar. Buenos Aires: EFFL.
Carri, R. (Sept. 1970). Poder y dependencia. Parte 1. En Antropología 3er. Mundo. (2009). Año 2, Nº 4. Re-edición facsimilar. Buenos Aires: EFFL.
Carri, R., et al. (1973). Análisis económico y político de la dependencia. Buenos Aires: Guadalupe.
Carri, Roberto. (1970). Pensamiento nacional y sociología anti-nacional. En Touraine, A., Nikolaus, M., Novikov, N. V., Fals Borda, O., Marsal, J. F., Menéndez, E. L., Cárdenas, G. H., Carri, R., Verón, E. Delich, F.. Ciencias sociales:Ideología y realidad nacional (pp. 143-165). Buenos Aires: Tiempo Contemporáneo.

Carri, Roberto. (1971). Imperialismo y Coloniaje. En Revista Envido. Año 1, Nº 3. Re-edición facsimilar (2011). Buenos Aires: Biblioteca Nacional.

Carri, Roberto. (2001). Isidro Velázquez. Formas pre-revolucionarias de la violencia. Buenos Aires: Colihue.
Galasso, Norberto (Comp.). Los Malditos. Hombres y mujeres excluidos de la historia oficial de los argentinos. Buenos Aires: Ediciones Madres de Plaza de Mayo.




[1] Roberto Carri nació el 8 de julio de 1940 en la Ciudad de Buenos Aires. Sociólogo, docente y periodista. Miembro de las cátedras nacionales, escribe entre otros títulos: Isidro Velázquez. Formas prerrevolucionarias de la violencia, Poder imperialista y liberación nacional. Las luchas de peronismo contra la dependencia, Sindicatos y poder en la Argentina, asimismo en revistas como Antropología Tercer Mundo, Envido y Marcha (Montevideo). Militante en el Peronismo de Base, y luego en la organización Montoneros. Finalmente será detenido-desaparecido (junto a su esposa Ana María Caruso) por la última dictadura cívico-militar en febrero de 1977. Galasso, N. (Comp.). Los Malditos. Hombres y mujeres excluidos de la historia oficial de los argentinos. Buenos Aires: Ediciones Madres de Plaza de Mayo.

¡FELIZ DIA DEL SOCIOLOGO!

Neoliberalismo: una guerra iniciada por los ricos. Entrevista

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David Harvey

2006

“Si esto parece una lucha de clases y lo vemos como una lucha de clases, entonces deberíamos llamarlo lucha de clases. Y deberíamos volver a poner en pie la lucha de clases”

El celebrado geógrafo marxista David Harvey habla con Joseph Choonara sobre el ascenso del neoliberalismo. Harvey cuenta por qué este proceso debe verse esencialmente como un proyecto de la clase dominante.

El pasado mes de enero el académico afincado en Nueva York David Harvey intervino ante un nutrido público en la London School of Economics para presentar su último libro, Breve historia del neoliberalismo. Con el estilo preciso que le caracteriza hizo un repaso de las tres décadas de ataques consumados por la clase dominante mundial. Estas acometidas, realizadas en nombre del neoliberalismo, han alentado la polarización social, el surgimiento de nuevas elites y el empobrecimiento de la mayoría de los grupos sociales más desfavorecidos. Terminó diciendo: “Si esto parece una lucha de clases y lo vemos como una lucha de clases, entonces deberíamos llamarlo lucha de clases. Y deberíamos volver a poner en pie la lucha de clases”. Esta concepción del neoliberalismo y la necesidad de combatirlo constituye la base del nuevo libro de Harvey. Cuando nos reunimos la mañana siguiente a su charla le pregunté por qué lo había escrito.
“Este trabajo tiene dos rasgos distintivos”, me dijo. “En primer lugar está la dimensión histórico-geográfica que atribuyo al ascenso del neoliberalismo: esto es, su desarrollo  desigual en el escenario global. Creo que hay que entender que el neoliberalismo actúa de forma distinta según el lugar y el momento histórico. No se trata de un cambio histórico unidimensional.”
“El segundo aspecto tiene que ver la formulación teórica del fenómeno, que fundamento básicamente en la noción de clase y en los mecanismos de apropiación de la plusvalía generada por los trabajadores, todo lo cual hoy se desarrolla dentro de un sistema capitalista global”. Siguiendo a Karl Marx, Harvey entiende que la explotación de los trabajadores constituye el elemento definitorio de una sociedad capitalista. Marx sostuvo que, a pesar de que los trabajadores trabajan durante todo el día, sólo reciben en forma de salario el valor generado durante una parte de ese tiempo. Durante el resto del tiempo los trabajadores generan “valor excedente”, que pasa a manos de los capitalistas y es la fuente del beneficio.
Parte de este beneficio puede reinvertirse en la producción, permitiendo a los capitalistas concentraciones cada vez mayores de maquinaria, materias primas y trabajadores. Marx lo llamó proceso de acumulación. La fuerza motriz del capitalismo consistiría, pues, en exprimir a los trabajadores para que generaran beneficios, los cuales permitirían reinvertir recursos y aumentar los beneficios futuros en un ciclo aparentemente sin fin.
Para Harvey, el neoliberalismo es una respuesta a la crisis dual que sufrió la clase dominante a mediados de los años setenta. Por un lado los capitalistas se encontraron con una “crisis de acumulación”: el sistema capitalista estaba en situación de estancamiento y los beneficios habían caído a tasas parecidas a las del período inmediatamente posterior a la Segunda Guerra mundial. En segundo lugar, la tremenda oleada de luchas obreras de los años sesenta y setenta puso en evidencia que el poder político de la elite gobernante estaba seriamente amenazado.
Las ideas del neoliberalismo, que Harvey describe como basadas en “la desregulación, la privatización y la retirada del Estado de áreas dedicadas a servicios sociales”, habían tenido acomodo en muchos nichos de la vida intelectual desde hacía varias décadas. En la década de 1970 se vieron forzadas a salir a escena como respuesta a la crisis dual. Harvey sostiene con vehemencia que el neoliberalismo ha fracasado en la resolución de la crisis de acumulación. Pero, añade, en ese periodo pudo verse un cambio en la capacidad de influencia de las clases del que sacó provecho una elite reducida. “Muchas otras teorías sobre el neoliberalismo hablan también de su vinculación con la acumulación, pero muy pocas lo conciben con claridad como un proyecto de clase”, dijo Harvey.
Uno de los momentos clave en el ascenso del neoliberalismo, al que se refiere Harvey de forma recurrente, tuvo lugar en la ciudad de Nueva York. Me cuenta que “la municipalidad se endeudó mucho por distintos motivos. Uno de estos motivos fue la respuesta a la crisis urbana de la década de 1960 en Estados Unidos. El gobierno federal había dedicado recursos a los barrios para hacer frente a los problemas de racismo, desempleo y demás. Esto favoreció el fortalecimiento de los sindicatos y coadyuvó a aumentar el empleo en el sector público.”
Pero cuando estalló la crisis de la década de 1970 el flujo de financiación federal se secó: “En ese momento la ciudad tuvo que optar entre deshacerse de un montón de trabajadores o recurrir al endeudamiento. Optó por endeudarse a corto plazo, con la aquiescencia de los bancos”. Este endeudamiento estuvo en parte basado en el boom de la propiedad inmobiliaria de principios de la década de los setenta, en el que el gobierno municipal tuvo mucho que ver. “Cuando en 1973 el mercado inmobiliario se hundió el municipio se vio en una situación de extrema vulnerabilidad frente a los banqueros. Los banqueros vieron una gran oportunidad para asestar un golpe certero a la ciudad, reconduciéndola hacia un modelo enteramente nuevo. Se parece bastante a la guerra de Irak. Hubieran querido ir a la guerra de Irak a principios de los noventa, pero no pudieron. Luego, el 11-S les sirvió en bandeja de plata la oportunidad que necesitaban.”
“Los banqueros habían querido disciplinar el municipio de Nueva York en la década de 1960 y a principios de la de 1970. La crisis de 1973-1975 les brindó su oportunidad. Aplicaron un pionero ‘programa de ajuste estructural’ consistente en un recorte de muchos servicios públicos y una renegociación de contratos. Fue un ataque frontal en toda regla contra los habitantes de Nueva York. Naturalmente, luego tuvieron que reconstruir la ciudad puesto que tenían intereses muy importantes en valores inmobiliarios, especialmente en Manhattan. Fue entonces cuando empezaron a utilizar generosas cantidades de recursos públicos para reconstruir la ciudad de acuerdo con su proyecto.”
Esta táctica consistente en sacar provecho de las oportunidades que ofrecen las crisis económicas para impulsar políticas de libre mercado ha sido un patrón recurrente desde entonces. “La misma gente –los banqueros neoyorquinos– estuvo seriamente involucrada en la crisis de la deuda que azotó América Latina en la década de 1980. La diferencia fue que en esta ocasión necesitaban que quien les sacara las castañas del fuego fuera el gobierno federal”. El gobierno de Estados Unidos, encabezado por Ronald Reagan, encontró un uso perfecto para el Fondo Monetario Internacional (FMI), una institución que muchos neoliberales solían mirar con resquemor. Junto con el Banco Mundial, el FMI forzó la aplicación de programas de ajuste estructural en toda América Latina a cambio de reducción de la deuda.
Sin embargo, señala Harvey, la clase dominante de Estados Unidos no es el único beneficiario o el agente del neoliberalismo. “Es poco común que los Estados Unidos intervengan sin apoyos internos. Piénsese en el golpe de Augusto Pinochet en Chile en 1973. Quien realmente dio el golpe fueron las clases altas chilenas, con apoyo de la CIA, las grandes empresas estadounidenses y Henry Kissinger. Cuando Pinochet tomó el poder, fue la clase dominante chilena la que en realidad impulsó el programa neoliberal.”
“No son sólo los Estados Unidos quienes sorben las riquezas del resto del mundo: son las elites dominantes quienes establecen alianzas flexibles entre sí y quienes amasan plusvalías para su único provecho. Algunas de las personas más ricas del mundo viven en México o en el Este asiático.”
Las ideas del neoliberalismo se han extendido como la pólvora desde la década de 1970. “Resulta verdaderamente difícil de entender que tanta gente haya podido convencerse de que el neoliberalismo es algo bueno, cuando en realidad no funciona demasiado bien”, dijo Harvey. “Creo que la respuesta está en que ha sido muy beneficioso para ciertos grupos de personas, incluidas aquellas que controlan los medios de comunicación y diversos aparatos de producción ideológica. Además, siempre puedes encontrar algún pedazo de mundo en el que parece que el orden neoliberal funciona bien (por ejemplo, la China actual).”
Pero no deja de ser irónico que donde ha habido mayor crecimiento económico es en lugares donde el gobierno no sigue la doctrina neoliberal. “Se llega a una forma perversa de neoliberalismo puesto que el interés propio en la práctica se impone a la teoría”. La teoría neoliberal sostiene que debe minimizarse la interferencia del Estado en la economía, pero en la práctica el Estado sigue jugando un papel central en economías como la china o la estadounidense.
Los Estados Unidos han financiado su crecimiento económico mediante una acumulación gigantesca de deudas basada en “una entrada de capitales de más de 2.000 millones de dólares diarios. El déficit presupuestario y la deuda de los consumidores se han disparado. Lo que estamos viendo es una economía financiada con deuda. Los acreedores son mayoritariamente bancos del Este y Sureste asiático. Incluso la guerra de Irak está siendo financiada con dinero chino y japonés prestado a Estados Unidos.”
“Me estremece pensar en el posible estallido de una gran crisis financiera en los Estados Unidos. ¿Cuál sería la respuesta si los Estados Unidos se vieran sumidos en una crisis como la que pudimos ver en Argentina en 2001? Si se tienen en cuenta variables económicas agregadas –el déficit presupuestario y el déficit comercial–, hay que decir que estamos ante un caso típico en el que normalmente intervendría el FMI. Pero, naturalmente, Estados Unidos es el FMI, de modo que no intervendrá.”
También el boom chino está financiado con deuda: “Los bancos chinos prestan el dinero. El gobierno tiene una participación mayoritaria en todos los bancos”. Tienen la posibilidad de utilizar parte de las plusvalías para mantenerlos a flote; sin embargo, el boom está financiado con deuda. A diferencia de Estados Unidos, China está inmersa en un proceso de cambio espectacular. Pero incluso allí el crecimiento crea nuevas inestabilidades: “En China hay una sobreinversión enorme. Por ejemplo, existen cinco aeropuertos internacionales en el delta del río Zhujiang. Compiten entre ellos para convertirse en el centro del comercio del Pacífico. No podrán sobrevivir todos a la vez. En la industria del automóvil tienen un grave problema de excedente de capacidad. Y una crisis en China tendrá un impacto global.”
El crecimiento inestable de Estados Unidos y China no ha hecho crecer los niveles de riqueza del capitalismo mundial. Un gráfico del libro de Harvey muestra que la tasa de crecimiento per cápita ha ido cayendo una década tras otra desde la de 1960 (desde tasas anuales del 3% anuales a tasas del 1% en la actualidad). “La crisis de la década de los setenta fue una crisis de sobreacumulación”, dijo Harvey. “La clase dominante tuvo serías dificultades para encontrar salidas provechosas para su capital. En realidad este es un problema que aún hoy no han conseguido resolver.”
Por eso, de todas las formas tradicionales de acumulación, la que hoy juega un papel principal es la que Harvey denomina “acumulación por desposesión”. La acumulación por desposesión da pie a la colonización de nuevos yacimientos de recursos para los capitalistas: por ejemplo, el Servicio Nacional de Salud, los institutos municipales de vivienda o la privatización de las pensiones. “Pero todo esto no significa aumentar las reservas de activos de la sociedad. Cuando se privatiza la vivienda, en realidad no se aumenta el número de viviendas. El liberalismo no funciona demasiado bien a la hora de ampliar los bienes y servicios disponibles.”
Los fracasos del neoliberalismo no sólo tienen consecuencias económicas. Para Harvey también conllevan inestabilidad política y militar. Su libro anterior, El nuevo imperialismo, trazaba la trayectoria del declive a largo plazo del poder de Estados Unidos. La pujanza de los neoconservadores –el ala derecha de cerebros que rodean a Bush, que quiere utilizar la capacidad militar estadounidense para mantener el poder frente a potenciales rivales– tiene mucho que ver con eso.
Su nuevo libro también hace un repaso de los neoconservadores, con especial atención a su proyecto de política interior estadounidense. Harvey lo ve como una respuesta al vaciado de la solidaridad social que ha conllevado el neoliberalismo. Los neoconservadores han tratado de restablecer la cohesión social mediante el moralismo religioso, las medidas autoritarias y el miedo: “Pienso que algo parecido está ocurriendo en muchos sitios. Si miramos a Francia nos encontramos con un Nicolás Sarkozy, que está muy cerca de los planteamientos de los neoconservadores. O piénsese en alguna de las cosas que hace Tony Blair, su forma presidencialista de ejercer el gobierno y su permanente exhorto a la moralidad. El neoconservadurismo es un fenómeno global.”
Mientras que el neoconservadurismo es la respuesta de las clases dominantes a la inestabilidad social del neoliberalismo, el ascenso del movimiento anticapitalista ha sido la réplica de las clases más desfavorecidas. Harvey observa con agudeza que las organizaciones no gubernamentales (ONG), que a menudo han jugado un papel principal en reuniones como el Foro Social Mundial, no son vistas como la “oposición oficial” al neoliberalismo: “Se ha producido un crecimiento asombroso del fenómeno de las ONG durante el periodo neoliberal. Hay una clara conexión entre ambos aspectos. Las ONG son variadísimas, y siento la mayor admiración por algunas de ellas. Pero a menudo son caballos de Troya de la privatización”. Las ONG pueden ocupar el vacío dejado por la retirada del Estado en la prestación de servicios sociales. Harvey sostiene que es necesario tener una perspectiva crítica, y que las distintas ONG pueden jugar un papel que puede ser positivo o negativo. Pero la clave para plantar cara al neoliberalismo está en una renovación de la lucha de clases.
Las nuevas luchas de clases no tienen que ser una mera réplica de las sucedidas en las décadas de 1960 y 1970, puesto que en este tiempo ha cambiado la estructura de la sociedad. Harvey sostiene que la noción de clase tiene que ser tratada como un concepto fluido. “Debemos revisar de nuevo los conceptos de formación y reformación de clase. Cuando en mi libro hablo de la reconquista del poder de clase por parte de la clase dominante no estoy hablando necesariamente de un retorno al poder del mismo grupo de gente. Se trata de una configuración nueva, mucho más centrada que antes en las finanzas y los servicios.”
“La reducción de la brecha entre propietarios y gestores constituyó uno de los grandes cambios ocurridos en la década de 1970. Siempre habían sido dos categorías completamente distintas, pero cuando se empezó a retribuir a los gestores empresariales con participaciones accionariales cambió por completo la forma de éstos de entender el poder. La formación de clase es un proceso indefinido, dinámico.”
Harvey cree que hay signos positivos en el aumento observado de actividad sindical entre los trabajadores de los Estados Unidos, y para muestra cita los ejemplos de los trabajadores sanitarios de Los Ángeles y los trabajadores del transporte de Nueva York, que recientemente han realizado acciones de huelga. Estas luchas pueden dar forma a la nueva clase trabajadora creada por el neoliberalismo. Harvey está especialmente interesado en cómo “las luchas en torno de la acumulación por desposesión pueden converger con las luchas de un izquierdismo más tradicional”. Observa el movimiento en pro de la nacionalización del gas en Bolivia como un caso esperanzador.
¿No habrá aquí un peligro de nostalgia por formas anteriores de capitalismo? “Creo que debemos recordar dónde estábamos en la década de 1970”, dijo Harvey. “Había fuertes críticas al Estado de bienestar (por sus sesgos de clase y de género, entre otros). Si vamos a construir un nuevo sistema de bienestar debemos tomar conciencia de las limitaciones.”
“El otro asunto que debemos afrontar es la reconstrucción completa de las nociones de solidaridad social. Margaret Thatcher sostuvo que ella se proponía realizar un cambio en profundidad. Debemos enfrentarnos con el hecho de que hoy las solidaridades sociales son más superficiales. Hemos podido verlo recientemente en Estados Unidos. Un derechista implacable como Thomas Friedman, que siempre está exaltando las virtudes del neoliberalismo, cuando ocurrió el desastre del Katrina se preguntó: ‘Qué ha ocurrido con la solidaridad social?’. La respuesta es que se ha desvanecido porque gilipollas como él siguen predicando esta bazofia. Debemos plantar cara a esto, lo cual significa edificar un proyecto a largo plazo.”
Harvey cree que la clase trabajadora necesita un proyecto político propio para empezar a recuperar su fuerza. Le pregunté cómo tendría que ser un proyecto de este tipo. “No puedo hacer una derivación teórica de cómo debería ser el proyecto político de la clase trabajadora”, dijo. “Puede que tenga algunas ideas sobre el particular, pero para mí el asunto fundamental es empezar a hablarlo y aprender a ver qué posibilidades hay. Pretendo dirigirme a los movimientos sociales para hacerles llegar mis ideas y escuchar qué tienen que decir al respecto”. Su nuevo libro es una brillante aportación a este diálogo.
David Harvey es un geógrafo, sociólogo urbano e historiador social de reputación académica internacional. Entre sus libros traducidos al castellano en los últimos años: Espacios de esperanza (Akal, Madrid, 2000) y El nuevo imperialismo (Akal, Madrid, 2004) 
Fuente: Sin permiso

Empleabilidad de los graduados universitarios

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Soy Marcelo Gómez, el sociólogo citado en la nota de referencia. Voy a ser breve: el trabajo de investigación citado data del año 2000 cosa que no es aclarada en la nota lo que constituye un signo evidente de ... ¿manipulación del lector ocultando información?. No me gusta prejuzgar, lo dejo como pregunta. Es una buena oportunidad para dar información verdadera y que oriente al lector: a partir del año 2005 hay una consistente evidencia empírica de gran absorción del mercado de trabajo de los egresados universitarios hasta casi el pleno empleo y con gran recuperación de las remuneraciones, expansión de la base científico-tecnológica y reducción de los fenómenos de precariedad y sobrecalificación laboral. Por supuesto que si las políticas económicas que se aplican actualmente de alta desocupación y bajos salarios prosiguen, junto a la anunciada importación de ingenieros de Italia, seguramente los títulos universitarios se van a volver a devaluar y seguramente este columnista propondrá cerrar universidades y ofrecer cursos de plomería como se hizo en otras  épocas de suicidio colectivo y cómo recomiendan los cráneos de los organismos internacionales que han llevado al mundo a dónde lo encontramos hoy... la vida es un carnaval con el que no había soñado cantaban los Twist hace 35 años.

MANIPULACION DE PAPERS EN DIARIO LA  NACION


Empleabilidad de los graduados universitarios

Domingo 03 de abril de 2016
1887
7
Las carreras universitarias han sido tradicionalmente una aspiración mayor de las familias, un modo deseable y positivo de proyectar el futuro de los hijos. Sorprendentemente para muchos, días atrás se planteó un debate acerca de la supuestamente creciente irrelevancia de la universidad. El hecho ocurrió en Dubai, en las postrimerías de una reunión cumbre de carácter global organizada por la Fundación Varkey, ONG con sede en Londres.
La cuestión central tratada fue "educación, equidad y empleo". Andreas Schleicher, director de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), planteó la contradicción de formar graduados universitarios que luego no encuentran empleo, en tanto que los empleadores afirman que no encuentran profesionales con las habilidades necesarias.
James McAuliffe, presidente de Education for Employement, organización que se ha consagrado a abrir camino a los jóvenes en sus primeros trabajos, señaló que el rol de la universidad en el campo laboral ha declinado severamente, hasta el punto de afirmar que preparaba para el de-sempleo. Según quienes compartieron ese punto de vista, la opción adecuada estaría en desarrollar títulos secundarios o superiores con salida laboral .
Para cerrar esta percepción del problema, la Reserva Federal de Nueva York añadió este dato: en Estados Unidos, el 44% de los jóvenes concluyen trabajando en empleos que no demandan títulos universitarios; por lo tanto, la solución más práctica residiría en promover carreras cortas.
En nuestro país el problema está latente y se han venido multiplicando iniciativas de interés en torno a la promoción de la educación técnica luego del paréntesis que le impuso la reforma educativa de 1993. Así, también, ha ocurrido dentro de carreras no técnicas en las que se ha buscado una mayor cercanía con las demandas reales de trabajo.
Merece citarse en este punto un estudio promovido por la Universidad Nacional de Tres de Febrero y dirigido por el sociólogo Marcelo Gómez. Una de las conclusiones del trabajo fue que la estructura ocupacional argentina no logra generar el nivel de empleos que satisfaga las expectativas de la creciente cantidad de egresados. En el estudio realizado fueron encuestados 1149 graduados de distintas casas de estudio. Se consideraron 42 carreras de grado, entre las cuales se contaron Comercio Internacional, Comunicación, Economía, Administración, Informática e Ingeniería, entre otras. Aclaró Gómez que la experiencia observada no era la de graduados que no consiguiesen empleos, sino que se trataba de ocupaciones con sueldos bajos, por debajo de la capacidad profesional adquirida. Es de señalar que los jóvenes profesionales no atribuían a fallas de su formación las dificultades para encontrar empleo, sino al contexto económico del país y a factores personales. El 83% estimaba que su formación era buena o muy buena, si bien hubo críticas en algunas carreras por la falta de aplicación práctica.
Es evidente que el ritmo cambiante de los fines y medios educativos en relación con las nuevas demandas sociales, la evolución de los conocimientos y el auge de las tecnologías van originando renovados desafíos en la formación de los profesionales. Persisten sin declinar la misión y la función de la universidad en las sociedades. El reto recae en avanzar hacia una precisa definición de objetivos, entre los que conciernen al nivel universitario y los que pueden asumir con eficacia otros planes de estudio, de orientación más concreta y práctica. El tema posee una tensa actualidad, que ha de enriquecerse en próximos debates.
Fuente: Diario La nacion

A cien años de la Revolución Rusa El problema del pasado es que no pasa

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Este año se conmemora el centenario de la Revolución Rusa –me refiero exclusivamente a la Revolución de Octubre, la que sacudió el mundo y condicionó la vida de cerca de un tercio de la población mundial en las décadas siguientes– y también se conmemoran los 150 años de la publicación del primer volumen de El capital de Karl Marx. Juntar ambas efemérides puede parecer extraño, porque Marx nunca escribió con detalle sobre la revolución y la sociedad comunista y, de haberlo hecho, resulta inimaginable que lo que escribiese tuviera cierto parecido con lo que fue la Unión Soviética (URSS), sobre todo después de que Stalin asumiera la dirección del partido y del Estado. La verdad es que muchos de los debates que la obra de Marx suscitó durante el siglo XX, fuera de la URSS, fueron una forma indirecta de discutir los méritos y deméritos de la Revolución Rusa.
Ahora que las revoluciones hechas en nombre del marxismo terminaron o evolucionaron hacia… el capitalismo, tal vez Marx (y el marxismo) tenga por fin la oportunidad de ser discutido como merece, como teoría social. La verdad es que el libro de Marx, que tardó cinco años en vender sus primeros mil ejemplares antes de convertirse en uno de los libros más influyentes del siglo XX, ha vuelto a convertirse en un best-seller en los últimos tiempos y, dos décadas después de la caída del Muro de Berlín, al fin estaba siendo leído en países que habían formado parte de la URSS. ¿Qué atracción puede suscitar un libro tan denso? ¿Qué reclamo puede tener en un momento en que tanto la opinión pública como la abrumadora mayoría de los intelectuales están convencidos de que el capitalismo no tiene fin y que, en caso de tenerlo, ciertamente no será sucedido por el socialismo?
Muy probablemente, los debates que a lo largo de este año se lleven a cabo sobre la Revolución Rusa repetirán todo lo que ya se ha dicho y debatido y terminarán con la misma sensación de que es imposible un consenso sobre si la Revolución Rusa fue un éxito o un fracaso. A primera vista, resulta extraño, pues tanto si se considera que la Revolución terminó con la llegada de Stalin al poder (la posición de Trotsky, uno de los líderes de la revolución) como con el golpe de Estado de Boris Yeltsin en 1993, parece cierto que fracasó. Sin embargo, esto no es evidente, y la razón no está en la evaluación del pasado, sino en la evaluación de nuestro presente. El triunfo de la Revolución Rusa consiste en haber planteado todos los problemas a los que las sociedades capitalistas se enfrentan hoy. Su fracaso radica en no haber resuelto ninguno. Excepto uno. En otros textos pienso abordar algunos de los problemas que la Revolución Rusa no resolvió y siguen reclamando nuestra atención. Aquí me voy a concentrar en el único problema que resolvió.
¿Puede el capitalismo promover el bienestar de las grandes mayorías sin que esté en el terreno de la lucha social una alternativa creíble e inequívoca al capitalismo? Este fue el problema de que la Revolución Rusa resolvió, y la respuesta es no. La Revolución Rusa mostró a las clases trabajadoras de todo el mundo, y muy especialmente a las europeas, que el capitalismo no era una fatalidad, que había una alternativa a la miseria, a la inseguridad del desempleo inminente, a la prepotencia de los patrones, a los gobiernos que servían a los intereses de las minorías poderosas, incluso cuando decían lo contrario. Pero la Revolución Rusa ocurrió en uno de los países más atrasados de Europa y Lenin era plenamente consciente de que el éxito de la revolución socialista mundial y de la propia Revolución Rusa dependía de su extensión a los países más desarrollados, con sólida base industrial y amplias clases trabajadoras. En aquel momento, ese país era Alemania.
El fracaso de la Revolución alemana de 1918-1919 hizo que el movimiento obrero se dividiera y buena parte de él pasase a defender que era posible alcanzar los mismos objetivos por vías diferentes a las seguidas por los trabajadores rusos. Pero la idea de la posibilidad de una sociedad alternativa a la sociedad capitalista se mantuvo intacta. Se consolidó, así, lo que pasó a llamarse reformismo, el camino gradual y democrático hacia una sociedad socialista que combinase las conquistas sociales de la Revolución Rusa con las conquistas políticas y democráticas de los países occidentales. En la posguerra, el reformismo dio origen a la socialdemocracia europea, un sistema político que combinaba altos niveles de productividad con altos niveles de protección social. Fue entonces que las clases trabajadoras pudieron, por primera vez en la historia, planear su vida y el futuro de sus hijos. Educación, salud y seguridad social públicas, entre muchos otros derechos sociales y laborales. Quedó claro que la socialdemocracia nunca caminaría hacia una sociedad socialista, pero parecía garantizar el fin irreversible del capitalismo salvaje y su sustitución por un capitalismo de rostro humano.
Entretanto, del otro lado de la “cortina de hierro”, la República Soviética (URSS), pese al terror de Stalin, o precisamente por su causa, revelaba una pujanza industrial portentosa que transformó en pocas décadas una de las regiones más atrasadas de Europa en una potencia industrial que rivalizaba con el capitalismo occidental y, muy especialmente, con Estados Unidos, el país que emergió de la Segunda Guerra Mundial como el más poderoso del mundo. Esta rivalidad se tradujo en la Guerra Fría, que dominó la política internacional en las siguientes décadas. Fue ella la que determinó el perdón, en 1953, de buena parte de la inmensa deuda de Alemania occidental contraída en las dos guerras que infligió a Europa y que perdió.
Era necesario conceder al capitalismo alemán occidental condiciones para rivalizar con el desarrollo de Alemania oriental, por entonces la república soviética más desarrollada. Las divisiones entre los partidos que se reclamaban defensores de los intereses de los trabajadores (los partidos socialistas o socialdemócratas y los partidos comunistas) fueron parte importante de la Guerra Fría, con los socialistas atacando a los comunistas por ser conniventes con los crímenes de Stalin y defender la dictadura soviética, y con los comunistas atacando a los socialistas por haber traicionado la causa socialista y ser partidos de derecha muchas veces al servicio del imperialismo norteamericano. Poco podían imaginar en ese momento lo mucho que los unía.
Mientras tanto, el Muro de Berlín cayó en 1989 y poco después colapsó la URSS. Era el fin del socialismo, el fin de una alternativa clara al capitalismo, celebrado de manera incondicional y desprevenida por todos los demócratas del mundo. Al mismo tiempo, para sorpresa de muchos, se consolidaba globalmente la versión más antisocial del capitalismo del siglo XX, el neoliberalismo, progresivamente articulado (sobre todo a partir de la presidencia de Bill Clinton) con la dimensión más depredadora de la acumulación capitalista: el capital financiero. Se intensificaba, así, la guerra contra los derechos económicos y sociales, los incrementos de productividad se desligaban de las mejoras salariales, el desempleo retornaba como el fantasma de siempre, la concentración de la riqueza aumentaba exponencialmente. Era la guerra contra la socialdemocracia, que en Europa pasó a ser liderada por la Comisión Europea, bajo el liderazgo de Durão Barroso, y por el Banco Central Europeo.
Los últimos años mostraron que, con la caída del Muro de Berlín, no colapsó solamente el socialismo, sino también la socialdemocracia. Quedó claro que las conquistas de las clases trabajadoras en las décadas anteriores habían sido posibles porque la URSS y la alternativa al capitalismo existían. Constituían una profunda amenaza al capitalismo y éste, por instinto de supervivencia, hizo las concesiones necesarias (tributación, regulación social) para poder garantizar su reproducción. Cuando la alternativa colapsó y, con ella, la amenaza, el capitalismo dejó de temer enemigos y volvió a su voracidad depredadora, concentradora de riqueza, rehén de su contradictoria pulsión para, en momentos sucesivos, crear inmensa riqueza y luego después destruir inmensa riqueza, especialmente humana.
Desde la caída del Muro de Berlín estamos en un tiempo que tiene algunas semejanzas con el período de la Santa Alianza que, a partir de 1815 y tras la derrota de Napoleón, pretendió barrer de la imaginación de los europeos todas las conquistas de la Revolución Francesa. No por coincidencia, y salvadas las debidas proporciones (las conquistas de las clases trabajadoras que todavía no fue posible eliminar por vía democrática), la acumulación capitalista asume hoy una agresividad que recuerda al periodo pre Revolución rusa. Y todo lleva a creer que, mientras no surja una alternativa creíble al capitalismo, la situación de los trabajadores, de los pobres, de los emigrantes, de los jubilados, de las clases medias siempre al borde de la caída abrupta en la pobreza no mejorará de manera significativa. Obviamente que la alternativa no será (no sería bueno que fuese) del tipo de la creada por la Revolución rusa. Pero tendrá que ser una alternativa clara. Mostrar esto fue el gran mérito de la Revolución rusa.
* Profesor de las universidades de Coimbra y de Winsconsin-Madison. Traducción de Antoni Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez.

Fuente:Página/12

Sufrimiento en el trabajo

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PSICOLOGIA › DOLOR, CRISIS Y MECANISMOS DE DEFENSA BAJO EL ORDEN LABORAL
Jueves, 2 de mayo de 2013 

A partir de ejemplos concretos de sufrimiento laboral, el autor muestra los efectos de “las reformas que han creado condiciones dolorosas en relación con los valores del trabajo bien hecho”, advierte que hay mecanismos de defensa colectivos contra ese dolor y se pregunta cuánto y cómo inciden esos mecanismos de desconocimiento sobre “las conductas colectivas en el campo político”.

Por Christophe Dejours *

Un médico joven, que no ha terminado su formación, está sin embargo a cargo de un servicio de reanimación: el director del hospital se niega a contratar más personal y la remuneración de este médico es muy inferior a lo que costaría un profesional más experimentado. El joven médico, serio y trabajador, realiza correctamente las tareas. Todo marcha sobre rieles y va ganándose progresivamente la confianza del equipo médico, los enfermos y sus familias. Pero él está muy preocupado porque hay demasiados decesos en el servicio. Algunos de sus enfermos mueren pese a los pronósticos favorables, en especial cuando él prescribe asistencia con respirador artificial en enfermos intubados: muchos se asfixian y él no logra entender por qué. Empieza a pensar que ha cometido errores, pero no logra descubrirlos. Se siente cada vez más perturbado, pierde confianza en sí mismo y finalmente consulta a un psiquiatra para que lo ayude a luchar contra una depresión ansiosa. Cada vez más cerrado e irritable, se aísla, se enoja y poco a poco va perdiendo la confianza de su equipo. Recién seis meses después –pese a que su situación psíquica está francamente deteriorada– tiene una idea: se coloca a sí mismo la máscara de oxígeno de la respiración asistida y se ahoga al inhalar algo que, por el olor, identifica de inmediato como formol. Una investigación le permite descubrir que la empresa responsable del mantenimiento de los aparatos de reanimación no respeta los procedimientos, para ganar tiempo y paliar la falta de personal.
En las situaciones comunes de trabajo, son frecuentes los incidentes y accidentes de origen incomprensible (no siempre hay voluntad de engaño, como en el caso relatado), que trastornan y desestabilizan a los trabajadores más experimentados. Sucede en el manejo de aviones y en todas las situaciones técnicamente complejas, que implican riesgos para la protección de las personas o la seguridad de las instalaciones. A los trabajadores muchas veces les resulta imposible determinar si sus fracasos tienen que ver con una falta de competencia o con anomalías del sistema técnico. Y esta perplejidad es una causa de angustia y sufrimiento que toma la forma del miedo a ser incompetente, a no estar a la altura o ser incapaz de enfrentar situaciones inusuales o inesperadas, en las que esté involucrada la responsabilidad.
Otras veces, aunque el que trabaja sepa lo que debe hacer, no puede hacerlo porque se lo impiden restricciones sociales del trabajo. Los colegas le ponen palos en las ruedas, el clima social es desastroso, cada cual trabaja en soledad y todo el mundo retiene información. Tomemos el ejemplo de un técnico en mantenimiento a cargo del control técnico de obras realizadas en una central nuclear por un subcontratista. Son obras enormes, que exigen mucha seguridad. Los trabajos se hacen en turnos rotativos, día y noche. El técnico responsable del control está solo, no puede vigilar las obras las veinticuatro horas del día. Pero tiene que firmar las fichas y hacerse responsable de la calidad del servicio realizado por el subcontratista y aceptar la palabra del jefe del turno noche en cuanto a calidad del servicio. No es una situación psicológica fácilmente soportable por un técnico que, justamente por conocer bien el oficio, sabe bien cuántos engaños o trampas puede ocultar.
Con la reorganización del trabajo, como consecuencia de las últimas reformas estructurales, se han creado condiciones extremadamente dolorosas en relación con los valores del trabajo bien hecho, el sentido de la responsabilidad y la ética profesional. La obligación de hacer mal el trabajo, de tener que darlo por terminado o mentir, es una fuente importantísima y extremadamente frecuente de sufrimiento en el trabajo: está presente en la industria, en los servicios, en la administración.
Veamos otro ejemplo. Se trata de un ingeniero, recientemente destinado a un depósito de la SNCF (Empresa Nacional de Ferrocarriles de Francia). Unos días después de su llegada, toma conocimiento de que ocurrió un incidente en el sector de las vías que está bajo su responsabilidad: la barrera en un paso a nivel no bajó al pasar una formación; los sistemas automáticos no funcionaron; afortunadamente no había nadie en el cruce, ni a pie ni en automóvil. El ingeniero reporta el incidente. Según parece, después del accidente y sin ningún tipo de intervención técnica ni reparación particular, las barreras siguieron funcionando correctamente. Pero el acontecimiento tuvo lugar. ¿Cuál es la causa? ¿Dónde está el desperfecto? Silencio generalizado entre los colegas. El ingeniero insiste, pero los demás minimizan la importancia del hecho. El ingeniero, considerando que se trata de un incidente grave, exige una investigación técnica completa. Es que, con la disminución de personal, el plantel gerencial está sobrecargado de trabajo y prefiere evadirse. Ellos no pueden admitir oficialmente esta situación y se limitan a rechazar la investigación propuesta, que anuncia dificultades y va a consumir mucho tiempo y trabajo. Por eso insisten en que las barreras siguieron funcionando bien. El tono de la discusión sube entre los compañeros. El ingeniero se niega a abandonar la investigación y defiende su opinión sobre la gravedad del incidente. Hasta que el jefe de depósito pone un punto final a la discusión: “¿Hubo descarrilamiento?” “No”, contesta el ingeniero. “¿Hubo algún vehículo o peatón atropellado?” “No.” “¿Hubo heridos o muertos?” “No.” “Entonces, no hubo incidente. El asunto queda cerrado.”
Al salir de la reunión de personal, el ingeniero no se siente bien. Ha perdido el equilibrio, no entiende la posición de los otros ni, sobre todo, su unanimidad. Tiene dudas y ya no sabe si está respetando el espíritu del reglamento y una ética del sentido común (al tiempo que sus colegas le oponen una negación de la realidad) o si, por el contrario, está dando pruebas de un perfeccionismo y una terquedad fuera de lugar, en cuyo caso toda su vida profesional debe ser reexaminada. En los días siguientes, sus colegas evitan compartir los almuerzos con él; no le hablan. El pobre hombre ya no entiende nada. La presión aumenta. Se siente cada vez más angustiado. Dos días después, en su lugar de trabajo, se arroja al vacío desde lo alto de las escaleras, atravesando las barreras (en francés, el término que designa la baranda de la escalera es el mismo que designa la barrera del tren). Es hospitalizado con fracturas múltiples, depresión, estado de confusión, tendencia suicida. Pero se trata de un caso de alienación social, que debe diferenciarse de la alienación mental clásica.
Contrariamente a lo que se podría creer, las situaciones de este tipo no son para nada excepcionales en el trabajo, aunque tengan desenlaces menos espectaculares. A veces, los obstáculos de lo real pueden superarse, como en el caso del médico reanimador. Otras, hay que capitular ante los obstáculos que impiden la calidad del trabajo, como lo hizo el técnico mecánico. En otros casos se hace posible trabajar en buenas condiciones técnicas y sociales. Pero, cualquiera sea el resultado, en general implica una serie de esfuerzos que comprometen toda la personalidad y la inteligencia de quien trabaja.

Reconocimiento

Hay seguramente holgazanes y deshonestos pero, en su gran mayoría, quienes trabajan se esfuerzan por hacer las cosas lo mejor posible y ponen en ello mucha energía, pasión y compromiso personal. Lo justo es que este aporte sea reconocido. Cuando no lo es, cuando pasa inadvertido en medio de la indiferencia general o los demás lo niegan, el resultado es un sufrimiento muy peligroso para la salud mental, como hemos visto en el caso del ingeniero de la SNCF, y se produce una desestabilización de las referencias en que se apoya la identidad. El reconocimiento no es un reclamo marginal de quienes trabajan. Muy por el contrario, se presenta como un elemento decisivo en la dinámica de movilización subjetiva de la inteligencia y la personalidad en el trabajo (lo que se designaba tradicionalmente en psicología con la expresión “motivación en el trabajo”).
El reconocimiento esperado por quien moviliza su subjetividad en el trabajo pasa por formas extremadamente reguladas, que fueron analizadas y explicadas hace algunos años (“juicio de utilidad” y “juicio de belleza”) e implica la participación de ciertos actores, también ellos rigurosamente ubicados en relación con la función y el trabajo de quien espera el reconocimiento. Reconocer la existencia de la “psicodinámica del reconocimiento” permite comprender el importante papel que juega en el destino del sufrimiento en el trabajo y la posibilidad de transformar el sufrimiento en placer.
Porque, efectivamente, de ese reconocimiento depende el sentido del sufrimiento. Cuando se reconoce la calidad de mi trabajo, lo que adquiere sentido son mis esfuerzos, mis angustias, mis dudas, mis decepciones y mis desalientos. Todo ese sufrimiento no fue en vano y no sólo ha contribuido a la organización del trabajo, sino que, a cambio, ha hecho de mí un sujeto diferente del que era antes del reconocimiento. El sujeto puede transferir ese reconocimiento del trabajo al registro de la construcción de su identidad. Y el trabajo se inscribe así en la dinámica de la autorrealización. La identidad constituye la armazón de la salud mental. No hay crisis psicopatológica que no tenga en su centro una crisis de identidad. Y esto es lo que confiere a la relación con el trabajo su dimensión propiamente dramática. Al no contar con los beneficios del reconocimiento de su trabajo ni poder acceder al sentido de la relación que vive con ese trabajo, el sujeto se enfrenta a su sufrimiento y nada más que a él. Sufrimiento absurdo que sólo genera sufrimiento, dentro de un círculo vicioso, y que será desestructurante, capaz de desestabilizar la identidad y la personalidad y de causar enfermedades mentales. Por eso no hay neutralidad en el trabajo en relación con la salud mental. Sin embargo, los análisis sociológicos y políticos subestiman masivamente esta dimensión del trabajo.
Aunque el reconocimiento esté en el horizonte de expectativas de los trabajadores, pocas veces lo reciben de manera satisfactoria. Y lo esperable es que el trabajo genere una multiplicidad de manifestaciones psicopatológicas. Para hacer un análisis y un inventario de estas manifestaciones se decidió emprender una serie de investigaciones clínicas bajo el nombre de “psicopatología del trabajo”. Al comenzar estas investigaciones, en la década de 1950, nos esforzábamos por constituir una clínica de las “enfermedades mentales del trabajo”. Pese a algunos resultados espectaculares –en particular, la neurosis de los telefonistas, descripta por Begoin en 1957–, no se llegó a describir una patología mental del trabajo comparable a la patología de las afecciones profesionales somáticas, cuya variedad y especificidad es bien conocida.
Si el sufrimiento no está acompañado por una descompensación psicopatológica –por una ruptura del equilibrio psíquico que se manifiesta en la eclosión de una enfermedad mental–, es porque el sujeto despliega contra él ciertas defensas que le permiten controlarlo. La investigación clínica demostró que, en el campo de la clínica del trabajo, junto a los mecanismos de defensa clásicos descriptos por el psicoanálisis, están las defensas construidas y sostenidas colectivamente por los trabajadores. Se trata de las “estrategias colectivas de defensa”, huella específica de las restricciones reales del trabajo. Fueron descriptas las estrategias colectivas características de los trabajadores de la construcción y la obra pública, las de los operadores del control de producción en la industria química, las de los agentes de mantenimiento de las centrales nucleares, los soldados en el ejército, los marinos, enfermeras, médicos, cirujanos, pilotos de caza, etcétera. Las investigaciones se desarrollaron a partir de la inversión de la pregunta inicial: ¿cómo hacen estos trabajadores para no volverse locos, a pesar de los requerimientos del trabajo a que se ven confrontados? Lo enigmático es la “normalidad” en sí misma. Podemos sostener un concepto de “normalidad en el sufrimiento”, en que la normalidad aparece no como el efecto pasivo de un condicionamiento social, de un conformismo o de una interiorización de la dominación social, sino como un resultado conquistado en la lucha contra la desestabilización psíquica provocada por los requerimientos del trabajo.
Las estrategias defensivas pueden contribuir a hacer aceptable lo que no debería serlo. Por eso, juegan un papel paradójico, pero capital, en el orden de los resortes subjetivos de la dominación. Las estrategias defensivas, necesarias para la protección de la salud mental contra los efectos deletéreos del sufrimiento, pueden funcionar también como una trampa que desensibiliza ante aquello que produce sufrimiento. Y a veces permiten que resulte tolerable no sólo el sufrimiento psíquico, sino también el sufrimiento ético; entendemos por tal el sufrimiento que resulta, no de un mal sufrido por el sujeto, sino del que éste puede causar al cometer, por su trabajo, actos que reprueba moralmente. En otros términos, podría ser que hacer el mal, es decir infligir al otro un sufrimiento indebido, ocasione también un sufrimiento a quien lo hace en el marco de su trabajo y que, para salvaguardar su equilibrio psíquico, puede construir defensas contra este sufrimiento. Entonces, el sufrimiento en el trabajo y la lucha defensiva contra este sufrimiento, ¿no tienen incidencia sobre las posturas morales singulares y sobre las conductas colectivas en el campo político? Hasta ahora, esta pregunta no ha sido planteada, porque quienes se dedican a la teoría sociológica y filosófica de la acción son generalmente reticentes a dar un espacio, en sus análisis, al sufrimiento subjetivo.
Q Texto extractado de La banalización de la injusticia social (Ed. Topía). Christophe Dejours 
Fuente :Página/12

¿Qué es la subjetivación neoliberal?

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Una vez más, en su último libro La pesadilla que no acaba nunca Christian Laval y Pierre Dardot profundizan su analítica del neoliberalismo en su nueva extensión planetaria. Siguiendo una tradición foucaultiana, estos autores no ven al neoliberalismo como exclusivamente un “mal” de los mercados financieros que tendrían como cometido destruir el espacio público. Más bien, el neoliberalismo es un nuevo orden racional que va borrando tendencialmente la diferencia público-privado y que dispone de la potencia de apropiarse de los distintos órdenes de la vida hasta llegar a configurar el modo más íntimo de la vida del sujeto. Para estos autores, funciona una suerte de promesa neoliberal que en su ejercicio cautivante constituye a los sujetos en su propio modo de ser.

En el capítulo denominado “la ilimitación de la subjetividad”, reconociendo la clara inspiración en la tesis de Lacan indagan el modo en que la condición primordial “ilimitada” del neoliberalismo se introduce en la vida de los seres hablantes. Por condición ilimitada, estos autores, al igual que Lacan, admiten que el nuevo capitalismo no puede ser intervenido ni regulado por ningún exterior. Su potencia conectora, abarcadora e interventora en la propia conformación de los lazos sociales es imposible de limitar. ¿En qué afecta esto a los sujetos?, ¿cómo interviene esta potencia ilimitada en la propia constitución de los sujetos?

En primer lugar, los autores insisten que el neoliberalismo ha sabido construir un “imaginario” al que no se le ha podido contraponer un mundo alternativo por parte de la izquierda. Lo que le otorga al neoliberalismo su carácter de promesa y seducción es que a través de distintos dispositivos acompañados por “coachs” de distinto tipo y managers del alma de diferentes cuños y estilos han introducido una lógica de rendimiento y de “autovaloración de sí” donde el sujeto solo es una voluntad de acumulación del propio valor. Aunque los autores no citen a Heidegger, esta cuestión evoca claramente su lectura de la Técnica en conjunción con la Voluntad de Poder, esa voluntad que sólo anhela aumentarse a sí misma indefinidamente.
En el neoliberalismo los sujetos no sólo venden su fuerza de trabajo bajo la forma Mercancía, también existe algo que compromete al propio ser con un “capital humano” y un “espíritu empresarial” que lleva a la existencia misma a comportarse como una empresa. No se trata de tener una empresa ni de trabajar en ella, sino de existir bajo el mandato de convertirse a sí mismo y a la propia relación con uno mismo en capital financiero. Laval y Dardot enmarcan esta operación en la fórmula (S-S’) donde el sujeto se engendra a sí mismo ilimitadamente en capital financiero y el capital financiero en sujeto. En efecto, se trata de un movimiento circular tal como Lacan describe el funcionamiento del Discurso Capitalista. En este aspecto, señalemos que en este discurso ilimitado se van borrando progresivamente los legados simbólicos, la alteridad y la imposibilidad que la determina, hasta volverse la vida expresión de un presente absoluto. Sin duda se trata, y los autores lo señalan, de un proceso permanente de “automaximización”. O como lo dicen los propios autores: “el sujeto autoaumentado es el que goza del valor que es él mismo”. O, en otros términos, el sujeto goza de la producción que aumenta su valor.

En este punto es necesario aclarar e insistir en que “goce” en Lacan es diferente de placer, el que siempre es regulado y limitado. El goce es un “mas allá del Principio del Placer” que se ajusta adecuadamente al dispositivo del rendimiento empresarial vinculado a su carácter compulsivo, adictivo y finalmente su reverso depresivo. Y por supuesto, dado el carácter existencial de estos dispositivos, los mismos afectan a los sectores incluso más desposeídos.

No obstante, a pesar del excelente y completo análisis que Laval y Dardot ofrecen sobre la razón neoliberal no logran explicar por qué esta promesa de volver a la propia vida una empresa interminable de maximización del propio valor resulta tan irresistible y atractiva para los sujetos que se entregan incondicionalmente a la misma, incluso contra sus propios intereses. Tal vez esta cuestión no es despejada con la argumentación suficiente porque los autores incurren en este caso en un error clásico: están atravesados por una noción ambivalente de la categoría del sujeto. Al pensar al sujeto constituido por el Poder, el sometimiento, la sujeción al mismo, se lo presenta como un hecho primario y constitutivo de la existencia humana. Pero el suelo nativo del sujeto, el lugar desde donde adviene a su propia existencia no es el Poder, sino la estructura del lenguaje que lo precede y lo espera antes de su propio nacimiento. El sujeto es un accidente fallido y contingente que emerge en el lenguaje atravesado por la incompletud y la inconsistencia. Radicalmente dividido, agujereado y que necesita siempre de distintos recursos “fantasmáticos “ para soportar su falla constitutiva. Esta es la verdadera razón por la cual la promesa neoliberal puede encontrar su anclaje en el sujeto, e incluso ser deseada. Por ello, es fundamental distinguir metodológicamente al sujeto causado como un efecto contingente por el lenguaje de la “subjetividad” producida por los dispositivos de poder. Si esta distinción no se efectúa el círculo es imposible de cortar. Si la subjetividad esta producida por el poder, ¿por qué razón encontrará en ella misma recursos para sustraerse de aquello que la ha constituido? Como se puede apreciar este es un problema político de primer orden si se desea pensar en experiencias contrahegemónicas con respecto al neoliberalismo.

Nuestra experiencia de lo Común es la copertenencia al surgimiento en la lengua , siempre fallido, en falta y tentado por las diversas promesas imaginarias de  “autovalorizarnos” de tal modo que la verdad de nuestra fragilidad constitutiva se esconda para nosotros mismos. He aquí, a nuestro juicio, uno de los secretos que brindan su fuerza a la promesa del imaginario neoliberal.
05 de junio de 2017
 

El chantaje liberal

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Opinión

Por Slavoj Zizek



El título del comentario de Hadley Freeman en The Guardian, la voz británica de la izquierda liberal anti-Assange-pro-Hillary, lo dice todo: 

“Le Pen es un revisionista de extrema derecha del Holocausto. Macron no lo es. ¿Una elección difícil? “Previsiblemente, el texto propiamente dicho comienza con: “¿Ser un inversor banquero es lo mismo que ser un revisionista del Holocausto? ¿El neoliberalismo es igual al neofascismo?”, y descarta burlonamente incluso el apoyo condicional de la izquierda para el voto de Macron en segunda ronda, la postura de: “Lo votaría a Macron - MUY a regañadientes”. Este es el chantaje liberal en su peor estado: Uno debiera apoyar incondicionalmente a Macron, no importa que Macron sea un centrista neoliberal, solo que esté en contra de Le Pen ... es la vieja historia de Hillary contra Trump: ante la amenaza fascista, todos deberíamos reunirnos alrededor de su bandera (y convenientemente olvidar cómo su campaña maniobró brutalmente para sacar de carrera a Sanders y así contribuyó a perder la elección general).


¿No podemos al menos plantear la cuestión? Sí, Macron es proeuropeo - pero, ¿qué tipo de Europa personifica? ¡La misma Europa, cuyo fracaso alimenta al populismo de Le Pen, la anónima Europa al servicio del neoliberalismo! Éste es el quid de la cuestión: sí, le Pen es una amenaza, pero si ponemos todo nuestro apoyo detrás de Macron, ¿no nos quedamos atrapados en una especie de círculo y combatimos el efecto apoyando su causa? Esto trae a la mente un laxante de chocolate disponible en los Estados Unidos. Se publicita con el paradójico precepto: “¿Estás constipado? ¡Come más de este chocolate!”- en otras palabras, comer lo que causa el estreñimiento para curarse. En este sentido, Macron es el candidato laxante de chocolate, ofreciéndonos como cura lo mismo que causó la enfermedad.

Nuestros medios de comunicación presentan a los dos concursantes de la segunda ronda como si presentaran dos visiones radicalmente opuestas de Francia: el centrista independiente versus el racista de extrema derecha - sí, pero ¿ofrecen una opción real? Le Pen ofrece una versión feminizada / suavizada del brutal populismo antiinmigrante (de su padre), y Macron ofrece el neoliberalismo con rostro humano, con su imagen también suavemente feminizada (ver el papel materno que su esposa juega en los medios de comunicación). 

Así que el padre está descartado y la feminidad está en boga - pero, nuevamente, ¿qué tipo de feminidad? Como señaló Alain Badiou, en el universo ideológico de hoy los hombres son adolescentes lúdicos, ilegales,  mientras que las mujeres aparecen como duras, maduras, serias, legales y punitivas. Las mujeres no son llamadas hoy por la ideología gobernante a ser subordinadas, son llamadas - solicitadas, esperadas - para ser juezas, administradoras, ministras, CEOs, maestras, policías y soldados. Una escena paradigmática que ocurre cotidianamente en nuestras instituciones de seguridad es la de un maestro / juez / psicólogo femenino cuidando a un inmaduro y joven delincuente ... Una nueva figura de la feminidad está surgiendo: un competidor agente del poder frío, seductor y manipulador, que atestigua a la paradoja de que “bajo las condiciones que fija el capitalismo las mujeres pueden hacerlo mejor que los hombres” (Badiou).  
Esto, por supuesto, de ninguna manera convierte a las mujeres en sospechosas de ser agentes del capitalismo; simplemente señala que el capitalismo contemporáneo inventó su propia imagen ideal de mujer que representa el poder administrativo frío pero con un rostro humano.
Ambos candidatos se presentan como anti-sistema, Le Pen de una manera obviamente populista y Macron de una manera mucho más interesante: es un foráneo de los partidos políticos existentes, pero, precisamente como tal, defiende el sistema, en su indiferencia ante las elecciones políticas establecidas. A diferencia de Le Pen, que representa la pasión política adecuada, el antagonismo de Nosotros contra Ellos (de los inmigrantes a las élites financieras no patrióticas), Macron representa una tolerancia apolítica que abarca todo.
 A menudo oímos la afirmación de que la política de Le Pen obtiene su fuerza del miedo (el temor a los inmigrantes, a las instituciones financieras internacionales anónimas...), pero ¿no es lo mismo para Macron? Terminó primero porque los votantes temían a Le Pen, y el círculo está por lo tanto cerrado, no hay una visión positiva de ninguno de los dos candidatos, ambos son candidatos del temor.

Lo que verdaderamente está en juego en este voto se aclara si lo ubicamos en su contexto histórico más amplio. En Europa occidental y oriental, hay signos de una reorganización a largo plazo del espacio político. Hasta hace poco, el espacio político estaba dominado por dos partidos principales que dirigían todo el cuerpo electoral, un partido de centro derecha (demócrata-cristiano, liberal-conservador, del pueblo ...) y un partido de centro-izquierda , (Socialdemócrata ...), con partidos más pequeños dirigiéndose a un electorado estrecho (ecologistas, neofascistas,etc.)  
Ahora, hay un partido que está surgiendo progresivamente que representa al capitalismo global como tal, generalmente con relativa tolerancia hacia el aborto, los derechos de los homosexuales, las minorías religiosas y étnicas, etc; y lo que se opone a este partido es un partido populista anti-inmigrante que, en sus márgenes, va acompañado de grupos neofascistas o directamente racistas.  
El caso ejemplar es Polonia: después de la desaparición de los ex comunistas, los principales partidos son el partido liberal centrista “anti-ideológico” del ex primer ministro Donald Tusk y el partido conservador cristiano de los hermanos Kaczynski. Los intereses del Centro Radical hoy son: ¿cuál de los dos principales partidos, conservadores o liberales, tendrá éxito en presentarse como encarnando la no-política post-ideológica contra el otro partido descartado como “todavía atrapado en viejos espectros ideológicos”? A principios de los 90, los conservadores eran mejores en eso; más adelante, fueron los izquierdistas liberales quienes parecían estar ganando ventaja, y Macron es la última figura de un radical de centro puro.
Hemos alcanzado así el punto más bajo de nuestras vidas políticas: una pseudo-elección si es que alguna vez hubo una. Sí, la victoria de Le Pen traería peligrosas posibilidades. Pero lo que más temo es la asunción que seguirá la victoria triunfal de Macron: suspiros de alivio de todas partes, gracias a Dios el peligro se mantuvo a raya, Europa y nuestra democracia están salvadas, así podemos volver a nuestro sueño capitalista liberal de nuevo ... La perspectiva triste que nos espera es la de un futuro en el que, cada cuatro años, entraremos en pánico, asustados por alguna forma de “peligro neofascista”, y de esta manera chantajeados para emitir nuestro voto por el “civilizado” candidato en elecciones sin sentido que carecen de una visión positiva ...
Es por eso que los liberales en pánico que nos dicen que ahora debemos abstenerse de toda crítica de Macron están profundamente equivocados: ahora es el momento de sacar a relucir su complicidad con el sistema en crisis, después de su victoria será demasiado tarde, la tarea perderá su urgencia en la ola de auto-satisfacción. En la situación desesperada en que nos encontramos, enfrentados a una falsa elección, deberíamos reunir el coraje y simplemente abstenernos de votar. Abstenerse y empezar a pensar.
El lugar común “basta de actuar, hablemos” es profundamente engañoso - ahora, debemos decir precisamente lo contrario: basta de presión para hacer algo, empecemos a hablar en serio, es decir, a pensar! Y con esto quiero decir que también debemos dejar atrás la autocomplacencia izquierdista radical de repetir sin cesar que las opciones que se nos ofrecen en el espacio político son falsas y que sólo una izquierda radical renovada puede salvarnos ... sí, en cierto modo, pero ¿por qué, entonces, esta izquierda no surge? 
¿Qué visión tiene la izquierda para ofrecer que sería lo suficientemente fuerte como para movilizar a la gente? No debemos olvidar nunca que la causa última del acto que estamos atrapados en el círculo vicioso de Le Pen y Macron es la desaparición de la alternativa izquierdista viable.

* Filósofo y crítico cultural. Sus últimos libros son Antígona y Por qué ellos no saben lo que hacen, ambos publicados en Ediciones Akal.
Traducción: Celita Doyhambéhère.

Fuente:Pagina 12

06 de mayo de 2017 ·


La tetera prestada y el neoliberalismo

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12/06/2017

Uno de los chistes freudianos más conocidos es más o menos así: Cuando un vecino va a reclamar a otro la devolución de la tetera, éste responde “nunca me prestaste la tetera, cuando me la prestaste ya estaba rota y además ya te la devolví”.

Este modo de argumentar se hace cada vez más presente en el discurso público (es decir, publicado). El desempleo no existe, es la consecuencia de la herencia recibida y además ya ha sido superado. Este tipo de discursos es refractario al principio de contradicción y de allí su carácter enloquecedor.
Uno podría preguntarse cómo discursos tan burdamente contradictorios pueden ser convalidados en grandes públicos. Pero lo que se olvida -y en esto radican las dificultades históricas de los movimientos de izquierda para penetrar masivamente en los sectores cuyo interés se pretende representar- es que la creencia no es el resultado de una convicción racional sino, fundamentalmente, de una adhesión a lo que “se sabe”, tal como reza la publicidad de un gran diario argentino. Así, se llega a justificar la detención de una dirigente social en que “se sabe” o muchos creen que cometió uno o muchos delitos indeterminados.
El sujeto de la creencia, en la que se descansa, es el sujeto interpasivo. Uno cree porque el otro cree. Esto es lo que sabe cualquier catequista. Un creyente católico, por ejemplo, no reafirma su fe en la doctrina del primer motor inmóvil, cree porque otro cree, cree porque el sacerdote X le da muestra de su fe y la comunidad de laicos en la que se integra lo acompaña en la creencia. Y en este estatuto de la creencia no hay distinciones de ideologías. De allí la importancia de la manifestación, a la que me referí en el artículo de este diario del 23 de marzo. La manifestación, en el peor de los casos pone en cuestión la “doxa” de los medios dominantes y la convierte en “ortodoxia” que, como tal, ya implica una rebaja en el estatuto de verdad pues pasa a ser una verdad junto a otras. Dos ejemplos sirven para escenificar el poder de la manifestación. Cuando en 2010 todos los medios habían creado la verdad de sentido común de la desaparición del kirchnerismo, las masivas manifestaciones de luto dejaron lo que “se sabe” en el lugar del ridículo. La misma derrota de la doxa publicada fue propinada tras el acto cumbre de la doctrina negacionista expresada en el fallo “Muiña”. El carácter multitudinario de la manifestación impuso un rechazo legislativo unánime, aún de aquellos que supieron lucirse en una foto con el cartel “nunca más a los negocios con los derechos humanos”.
El otro que cree es el reaseguro y garantía de mi propia creencia. Por eso es tan importante entender que la manifestación de las creencias en el espacio público (nadie se manifiesta en el patio de su casa) constituye una libertad pública fundamental y precondición de la existencia de un estado democrático de derecho.
Por otra parte, mientras que el discurso científico presupone la condición hipotética de todo enunciado, cuando el discurso de poder se presenta como discurso científico, asume la variable expresada por un filósofo castrense: “la duda es la jactancia de los intelectuales”. Es que la función de estos “científicos” es la construcción de una iglesia. Por eso los economistas neoliberales o monetaristas pueden intentar vendernos trampas para capturar tigres de Bengala. En cuanto se les señala que en Argentina no hay tigres de Bengala, no se sonrojan, indican que eso demuestra su eficacia. Lo que crea creencia no es la racionalidad del enunciado sino la seguridad con la que se lo enuncia.
El problema es que estas prácticas discursivas cuando no están limitadas por reglas éticas (no me refiero a reglas morales o moralina) ponen en crisis la legitimidad de la república. Si todo vale en el proceso de autovalorización[1] de la propia persona, ninguno de los elementos de la dignidad humana se encuentra a salvo. Es la reducción de la vida humana a nuda vida, el paso de Bios a Zoé.
El proyecto neoliberal es el de la destitución subjetiva sin reglas éticas. Es, por tanto, un discurso perverso que, por un lado, pone en cuestión la idea misma de ley (en tanto igualdad y alteridad entre los sujetos a los que ella se dirige) para reemplazarla por un discurso de individuos incomunicables entre sí y homogeneizados desde el discurso de reproducción del capital en el que la providencia del mercado predestina a ganadores y perdedores.
Por eso no es extraña la aparición de prácticas de culpabilización sin hechos o la pulsión escópica perversa de la transparencia frente a la cual ninguna intimidad halla resguardo. Como en el estalinismo, la defensa de la intimidad es la manifestación de que algo se quiere ocultar. Por este motivo el discurso neoliberal está en una tensión antagónica con el discurso de la constitución y de los derechos humanos, en la que el sujeto de derecho no es el capital ni los sujetos valorizados, sino el sujeto del preámbulo, el nosotros, que puede tener posteridad, es decir que pare, que está sexuado y por ello es mortal (las amebas son eternas, como la circulación del capital).
La discusión jurídica, sin mistificaciones, entre izquierda y derecha es la discusión sobre el sujeto de la república y la democracia. Para nosotros ese sujeto, que está siempre fuera del discurso, es aquél que, como ser finito y ser en falta, sufre, cree y ama.

Fuente:Página/12


[1] Me remito al artículo de Jorge Alemán de este diario del 05 de junio de 2017, ¿Qué es la subjetivación neoliberal?

Para unos no, para otros sí. Macri recorta pensiones, pero favorece a los empresarios.

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  1. Joven con discapacidad a quien le quitaron la pensión junto al empresario Marcelo Mindlin.
  2. Imagen: Cuenta de Alcira Argumedo en Twitter
 
 La diputada Alcira Argumedo comparó los casos de los discapacitados damnificados con la situación de empresarios y funcionarios que recibieron cuantiosas cifras de dinero. Frente a las críticas, desde el Gobierno reafirmaron el recorte.

 El drástico recorte en las pensiones de discapacidad, que dejó a más de 80 mil beneficiarios sin asistencia, generó críticas de todo tipo y un amplio rechazo de parte de los damnificados. Por las redes sociales circularon historias de las personas que contaban con ese dinero pero que a partir del endurecimiento de los requisitos quedaron excluidos. Sin embargo, desde el Gobierno justificaron el recorte como una consecuencia de la aplicación “responsable y transparente” en comparación con la gestión anterior.  
“Marcelo vive sin un brazo ni una pierna. Cobraba 3.300 pesos de pensión. Pero tiene un FIAT Uno y Macri, Vidal y Carrió decidieron sacarle la pensión”, escribió la diputada nacional Alcira Argumedo en su cuenta de Twitter. Argumedo comparó la realidad del joven, que vive en Chaco, con la de empresarios y funcionarios que recibieron del Gobierno enorme cifras de dinero. “Marcelo Sova de Chaco y Marcelo Mindlin de Pampa Energía. A uno Cambiemos le sacó su pensión de 203 dólares –el equivalente al monto en pesos-. Al otro le pagó su deuda de 75.000.000 dólares”, tuitió la diputada.


Una comparación similar hizo la diputada con un niño cuadripléjico y el apoderado del PRO. “Él vive con cuadriplejia y Cambiemos le sacó su pensión de 4.000 mil pesos por discapacidad porque su papá tiene un salario de 22.000. A José Torello, aporedado del PRO, Cambiemos le pagó 800.000 dólares por el dólar futuro”, escribió Argumedo.
En medio de las críticas, el titular de la Comisión Nacional de Pensiones Asistenciales, Guillermo Badino, justificó el recorte en las pensiones y aseguró que el Gobierno “no cambió nada” en los requisitos sino que ahora serán administrados “responsablemente y de forma transparente" en comparación con el Gobierno anterior que, según Badino, las entregaba de manera "irresponsable".
"Nosotros estamos administrando un programa de más de un millón y medio de personas que fue irresponsablemente dado por doce años en el kirchnerismo a personas que no cumplían con los requisitos que imponía la ley", sostuvo el funcionario nacional sobre el decreto de 1997 que usó para recortar abruptamente las pensiones y dejar fuera, por ejemplo, a discapacitados que tuvieran un auto, estén en pareja con alguien que reciba algún beneficio previsional o que no alcancen el 76 por ciento de discapacidad, entre otros requisitos.
El funcionario defendió la decisión del Gobierno de dar de baja esas pensiones por "incompatibilidades e irregularidades detectadas en las revisiones periódicas" de los beneficiarios apuntando a la gestión de Cristina Fernández de Kirchner. "Se administró de forma muy irresponsable una cifra gigantesca de dinero estigmatizando gente vulnerable diciéndole que se llamaran inválidos para poder votarlos. El manejo clientelar de este programa ha sido realmente irresponsable", sostuvo Badino en declaraciones a radio la Red.
 


Campeones nacionale(Las burguesias)

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Los principales miembros de la burguesía paulista son actores centrales de la actual crisis económica y política de Brasil. Los “campeones nacionales” ocuparon sectores estratégicos de la estructura productiva en la primera década del siglo XXI. Tuvieron condiciones para asumir el desafío de la acumulación internacionalizada desarrollando una agresiva política de exportación de capitales. La combinación de fuerte recesión y escándalos de corrupción está exponiendo con impiedad la relación que han tenido las burguesías nacionales con el Estado a lo largo de la historia del capitalismo. Cuando se expandieron, para ocupar un espacio relevante del desarrollo, fue a partir de la construcción de un vínculo privilegiado de intercambio de favores y fondos con el Estado. Así fue en Estados Unidos, Francia, Alemania, Japón o Corea del Sur, y también en Brasil. En la Argentina, quienes promueven la idea del desarrollo nacional, con cierta autonomía y diversificación productiva, han manifestado persistentemente una corriente de admiración hacia la burguesía paulista. Era una observación provocada por la debilidad tradicional de la burguesía nacional, categoría de sujeto social que dado su opaco recorrido en Argentina es una licencia analítica para facilitar el marco conceptual de este artículo. En Brasil, con la internacionalización del capital y la financierización del proceso de acumulación del capital, los “campeones nacionales”, crecimiento acelerado de grupos empresarios, proyecto que impulsó con mucha decisión el Partido de los Trabajadores (PT) de Lula da Silva, han quedado heridos.

Casi el 90 por ciento de los 300 mayores grupos nacionales privados brasileños estaban bajo control familiar en la década del ‘80. Desde entonces su participación en la economía ha ido aumentado en forma sostenida. Los grupos de base financiera y los de la construcción tuvieron una creciente importancia, con diversificación al sector industrial. Casi todos mostraron interés en las concesiones de servicios públicos y en las privatizaciones, particularmente en las áreas de telecomunicaciones y energía eléctrica, asociados con grupos extranjeros. Otra de sus características fue que gran parte de los grupos tuvieron una fuerte internacionalización. Así lo describe el economista brasileño Regis Bonelli en el capítulo “Las estrategias de los grandes grupos económicos brasileños” del libro Grandes empresas y grupos industriales latinoamericanos, de la Cepal.

La lógica económica de esos grupos (JBS, Odebrecht, Camargo Correa, BRF, Braskem, Ambev, entre otros), apoyada por el Estado a través del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (Bndes), fue su internacionalización al ritmo de su veloz crecimiento. Así empezaron a adquirir importantes firmas de países de la región, destacándose el desembarco que hicieron en Argentina, y a participar activamente en grandes obras de infraestructura en Latinoamérica (por ejemplo, Odebrecht asociado con IECSA del Grupo Macri en el soterramiento del corredor ferroviario Sarmiento). El objetivo central del Estado liderado por el PT era fortalecer ya no sólo una burguesía dinámica para impulsar el desarrollo nacional consolidando el mercado interno, sino internacionalizarla para convertir a sus miembros en líderes mundiales. Una de las firmas más destacadas en ese plan fue el frigorífico JBS que compró Swift de Estados Unidos y hoy tiene operaciones en casi 110 países. Ese proceso derivó también en que multinacionales adquirieran parte o el total de grandes firmas brasileñas, por casos la belga Interbrew asociada con Ambev o la india Arcelor Mittal absorbiendo varias siderúrgicas.

La crisis brasileña obliga a una evaluación del comportamiento de los grupos económicos denominados “campeones nacionales”, como así también la propagación de la financierización y la primarización de la economía (hubo una fortísima expansión del agronegocio en Brasil). Ese esquema del desarrollismo, con los grupos económicos concentrando capital y contabilizando ganancias abultadas, en estrecho vínculo con el Estado, debería haber impulsado el crecimiento firme de la economía local, además de difundir  beneficios al resto de la sociedad. Es la idea tradicional de una burguesía dinámica comprometida con el desarrollo nacional. Pero esa aspiración quedó trunca cuando la lógica de las finanzas pasó a ser hegemónica y la actividad agropecuaria se convirtió en dominante. Al respecto, datos oficiales del IBGE indican que en el primer trimestre de este año, el PIB brasileño continuó con signo negativo, al bajar 0,4 por ciento en términos interanuales, pero el agro fue el único sector que exhibió saldo positivo, con un crecimiento del 15,2 por ciento.  

Alianzas
  La experiencia fallida de una burguesía paulista debilitada, al tiempo que se expande el negocio financiero y agropecuario, convoca a una revisión de la estrategia de fomentar los “campeones nacionales”. Es un espejo para pensar las controversias acerca del sendero económico y las alianzas sociales, políticas y económicas en Argentina. En el contexto de avance del neoliberalismo, de restauración conservadora, esos sujetos económicos son los principales soportes políticos y financieros del plan de borrar cualquier intento de regreso al populismo. La actual fase del capitalismo dominado por las finanzas globales dictando la orientación de las políticas económicas, y la extranjerización de las economías nacionales, con las multinacionales ocupando un papel preponderante y extorsivo a los gobiernos, son dos potentes condicionantes, que no deberían ser ignorados en cualquier proyecto político que plantee la recuperación de márgenes de autonomía.
  Un factor clave en ese proceso es identificar cuál es el sujeto económico dinámico para enfrentar ese desafío y no repetir experiencias que se topan con los límites al desarrollo nacional, ya sea por la irrupción de la restricción externa (escasez de divisas por la estructura productiva desequilibrada y por la intensidad de la fuga de capitales) o por la carencia de una burguesía comprometida con el destino nacional. 

  La burguesía ha sido un actor económico y social privilegiado por los proyectos políticos populares, opción conceptualizada en diferentes momentos históricos por las conocidas teorías económicas latinoamericanas: centro-periferia, teoría de la dependencia, el estructuralismo, el desarrollismo y el neodesarrollismo. Es el amor no correspondido de los proyectos económicos nacionales en Argentina. Es el deseo o ilusión de sumarla y terminó en frustración en diferentes experiencias, siendo la más reciente durante el kirchnerismo. En el discurso presidencial del 25 de mayo de 2003, Néstor Kirchner convocó a recuperar el espacio privilegiado de la burguesía nacional. Propuesta que terminó en otro desengaño.
  Es un desafío necesario el abordaje crítico acerca del comportamiento de esa clase empresaria, que en el caso argentino es rentista, fugadora de capitales y colonizada por el neoliberalismo. La resistencia militante que ha tenido contra el ciclo político del kirchnerismo, que con sus fortalezas y debilidades, rupturas y continuidades, pretendió impulsar un proyecto nacional, se contrapone con el apoyo entusiasta que brinda al proyecto político del macrismo que desprecia el desarrollo industrial. Aplauden a quienes son sus verdugos y al proceso de concentración del capital donde unos pocos salen favorecidos (Grupo Clarín, Grupo Techint, empresas relacionadas al Grupo Macri, conglomerados energéticos, bancos y grandes compañías vinculadas a la actividad agropecuaria). 
  La gobernadora María Eugenia Vidal cautiva a los empresarios pese a que en su gestión no hubo ministro de Producción en casi seis meses, y quien ahora fue elegido para ese cargo ha sido un ex abogado de Techint. A los empresarios les encanta que Vidal les hable de inseguridad, de educación y, en general, de los conflictos existenciales de la vida, mientras no hace mención a la situación dramática de las pymes e industrias, al cierre de empresas y a la desesperación de productores con miles de hectáreas bajo agua. Este peculiar comportamiento puede interpretarse como expresión de la ideología neoliberal que abrazan, del miedo al populismo que pese a que lo detestan les hizo ganar mucho dinero o, en definitiva, a la escasa densidad nacional -como enseñó Aldo Ferrer- de gran parte del empresariado.  

  El macrismo va ordenando los liderazgos de las cámaras patronales para neutralizar cualquier mínima resistencia. Así lo hizo en la conducción de CAME, que alteró el contenido crítico de sus informes para hacerlos amigables al gobierno, y en la de la UIA, donde influyó en la dinámica de su elección interna. De esa forma busca que el mundo empresario sea su aliado más firme para disciplinar al mundo del trabajo y para limitar cualquier organización empresaria crítica al neoliberalismo.

  Sectores beneficiados de una política de industrialización, inclusión social y desarrollo del mercado interno (pymes, comercios, industrias, pequeños productores, economías regionales), no tiene hoy una representación unificada o con densidad para disputar ni el espacio político ni la construcción del sentido común económico. Más aún, la mayoría está colonizada con conceptos económicos del neoliberalismo.  Por ese motivo no tienen un liderazgo pujante para hacer frente a programas económicos y políticos que, paradójicamente, apoyan electoralmente y que los terminarán barriendo del mercado. 

Fuente:Página/12 
04 de junio de 2017

¿QUÉ ES “GANAR” LAS ELECCIONES DE OCTUBRE?

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Por Edgardo Margiotta

Escuchamos frecuentemente, frases como “hay que ganar la elecciones en octubre”, “Cristina tiene que sacar más votos que Macri”, “Si el gobierno gana en octubre se viene otro ajuste”. Pero, ¿cuál debería ser el resultado de las elecciones de octubre para decir que las hemos ganado o perdido?

Se suele decir que las elecciones a mitad del período presidencial (o de medio término), como serían las de octubre, son una suerte de plebiscito sobre la gestión de gobierno. En parte esto es así, pero las próximas elecciones, son algo más, está en juego la posibilidad de poner un límite al neoliberalismo y definir quién puede consolidarse en el liderazgo de la oposición.

¿Pero cómo hacer la lectura del resultado de las elecciones en todo el país? Supongamos que el oficialismo obtiene un 35% (porcentaje probable para todas las lista identificadas con la alianza Cambiemos), ¿se puede decir que la oposición obtuvo el 65% y, desde el punto de vista plebiscitario sería un resultado negativo para el gobierno?

Para quienes participamos del espacio político que conduce CFK, la plataforma de Unidad Ciudadana es muy orientadora sobre qué debemos perseguir en las próximas elecciones, ya que son algo más que unas simples elecciones de término medio, pues tienen una trascendencia mayor:

“El Gobierno de Cambiemos no tiene límites. Por eso, el límite lo tenemos que poner entre todos y todas en las próximas elecciones. Por eso la emergencia. Por eso la urgencia. Por eso, también, la responsabilidad histórica.
Para ello resulta imprescindible:
Construir una nueva relación de fuerzas políticas y sociales que exprese la UNIDAD CIUDADANA para frenar el ajuste permanente, la desindustrialización endémica, el endeudamiento serial y la especulación financiera que la Alianza Cambiemos tiene como únicas metas de gobierno.
El Parlamento tiene que ser uno de los límites para el ajuste neoliberal, pero no el único. Las instituciones y organizaciones sindicales y sociales, en ejercicio de sus propias representaciones, tienen también una responsabilidad histórica frente a este nuevo calvario de los argentinos y no pueden ser ajenas a la convocatoria ciudadana.”

Si bien las próximas elecciones son legislativas en los ámbitos nacional, provincial y municipal, son las de diputados y senadores nacionales las que adquieren mayor importancia con respecto a la posibilidad de poner límites al ajuste neoliberal. Hay que tener en cuenta que la elección de diputados y senadores nacionales, aunque se refieren al Congreso Nacional, no considera al país como un distrito único (como en el caso de la elección presidencial), sino que la integración de sus miembros se realiza en relación a 24 distritos electorales (las 23 provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires).

Por esta razón, los resultados electorales de octubre no permitirán, como ocurre en una elección presidencial, disponer, oficialmente al menos, un cómputo de votos en el ámbito nacional para tal o cual partido o candidato. Sin embargo, el ejercicio de sumar votos de los 24 distritos electorales se hará. Partidos, analistas políticos, medios de comunicación, entre otros, buscarán, algunos de manera interesada, “mostrar quién ha ganado y quién ha perdido”.

Este cálculo no será sencillo porque en cada distrito electoral los partidos y frentes electorales no se alinean o identifican políticamente de modo necesario con los de otros distritos. Así, por ejemplo, ¿para quién computar los votos del radicalismo porteño que sostiene a Lousteau, enfrentando al PRO y la CC, cuando en el orden nacional los tres integran Cambiemos? ¿O nuestro Frente Unidad Ciudadana que como tal no existe en todos los distritos, pero en algunos de ellos se presenta el FPV apoyando la conducción de Cristina?

¿Qué tendríamos que contabilizar para ensayar ese cálculo? Por lo pronto, debemos hacerlo sobre los votos a diputados nacionales, ya que son bancas que se renuevan en todos los distritos, cosa que no ocurre con los senadores. En el caso del espacio que conduce Cristina, deberíamos sumar los votos que en cada distrito saquen las listas que la apoyan. Tendremos que tener en cuenta que en algunas provincias, ese cómputo va a depender de cómo se resuelvan las PASO y cómo se vayan definiendo algunos candidatos que aún no lo han hecho.

Estas serían las listas que podemos incluir:


Buenos Aires
Frente Unidad Ciudadana.
Catamarca
Frente Unidad Ciudadana (integrado por las agrupaciones políticas Unión Celeste y Blanca y Dignidad Popular).
Chaco
Frente Unidad Ciudadana: Frente Grande y el Partido Proyecto Popular.
Chubut
FPV (PJ y el Partido Independiente Chubutense)- PASO 6 listas
Ciudad Autónoma de Bs. As.
Frente Unidad Porteña. Hay PASO 3 listas: Unidad Ciudadana / Peronismo por el Bien Común / Ahora Buenos Aires.
Córdoba
Frente Córdoba Ciudadana (Partido de la Victoria, Frente Grande, Encuentro por la Democracia y la Equidad, Partido Comunista, Partido Solidario, Compromiso Federal y Partido Kolina).
Formosa
PJ-FPV.
Misiones
Frente Unidad Ciudadana (seguidores de Cristina, La Cámpora, Kolina y algunos disidentes del peronismo provincial.
Neuquén
Frente Unidad Ciudadana (PJ, Frente Grande, Partido Solidario y Kolina) y el Frente Neuquino.
Río Negro
FPV (PJ, Kolina y Frente Grande, además de cinco partidos adherentes, Nuevo Encuentro, Movimiento de Apertura Democrática, el Movimiento Nacional Alfonsi­nista (FORJA), Partido Comunista, y el partido Solidario - Hay PASO 2 listas.
Salta
Frente Ciudadano para la Victoria (Partido de la Victoria, el partido Frente Grande y del Movimiento Popular Unido).
San Luis
Frente Unidad Justicialista (PJ, Compromiso Federal, PUL (Partido Unión y Libertad), MID (Movimiento de Integración y Desarrollo), Frente para la Victoria, Partido Comunista, Más San Luis, el Partido del Trabajo y la Equidad y Vocación Sanluiseña).
Santa Cruz
FPV - Hay PASO 2 listas.
Tierra del Fuego
Frente Ciudadano y Social (Partido Social Patagónico (PSP) que conduce la ex gobernadora Fabiana Ríos, Partido de la Victoria, el Partido Humanista, el Partido Encuentro por la Democracia y la Equidad (ex Nuevo Encuentro) y Concertación Forja.


Debemos tener en cuenta que en algunas de estas provincias, la lista o listas mencionadas, tienen pocas probabilidades de hacer una buena elección.

En 14 distritos, el Partido Justicialista participa en otras listas, distintas a las mencionadas, que dependiendo del resultado de las PASO o de definiciones posteriores al 13 de agosto, podrían agregar votos a un cómputo nacional. En todos estos casos el PJ integra frentes electorales, con excepción de La Pampa (donde el PJ va solo).

En Chaco, Corrientes, Entre Ríos, Jujuy, Mendoza, Santa Fe y Tucumán, en los frentes que integra el PJ, habrá, efectivamente, competencia en las PASO (entre 3 y 10 listas). Dependerá mucho de quiénes sean victoriosos que sus votos de octubre, puedan registrarse a favor de Cristina en el orden nacional. Casos claros son la lista de Agustín Rossi en Santa Fe o los sectores vinculados a Jorge Capitanich en el Chaco.

En Catamarca, La Rioja, Misiones, San Juan, Santiago del Estero y Tierra del Fuego, donde no hay competencia interna en las PASO, el PJ y sus aliados locales, podrían luego del 13 de agosto, definir o renovar su apoyo a la conducción de Cristina, sobre todo si ella gana en la Provincia de Buenos Aires.

En el supuesto de que este ejercicio sea adecuado, luego de las elecciones de octubre, podríamos arribar a un total de votos obtenidos en el ámbito nacional por el espacio político que reconoce el liderazgo y conducción de Cristina. Este mismo ejercicio tendría que hacerse con el massismo y Cambiemos. ¿El que obtenga la mayor cantidad de votos ganó?

Si logramos la mayor cantidad de votos en el ámbito nacional de la manera que describimos, ¿ganamos? Puede ser importante conseguirlo, pero, probablemente, su valor político sea más bien simbólico, antes que efectivo. ¿Le pone un freno a Cambiemos? ¿Establece unanueva relación de fuerzas políticas y sociales que pueda frenar el ajuste permanente? Creemos que no. Podría suceder algo parecido a lo que ocurrió en la última elección presidencial en los EE.UU.: H. Clinton sacó la mayor cantidad de votos en el país, pero la presidencia la ganó D. Trump. Sacar la mayor cantidad de votos puede darnos entusiasmo, fortalecernos en nuestra militancia, encarar el 2019 con mayores expectativas de “volver”, pero en lo inmediato no asegura poder poner límite a Macri. Al menos, si no logramos al mismo tiempo otras cosas.

Como lo señala la plataforma electoral de Cristina, el Parlamento Nacional es central para constituirse en un potente límite para el ajuste neoliberal. Esto es así por cuanto la futura composición parlamentaria pondrá a prueba las posibilidades del Gobierno Nacional -que hasta ahora logró la cooperación de la “oposición amigable”- para avanzar en su segunda fase del ajuste.

Pero el Congreso de la Nación no es el único ámbito que debemos conquistar para frenar al neoliberalismo, también son importantes, de otra manera, las legislaturas provinciales y los consejos deliberantes municipales y el freno que se pueda poner desde las instituciones y organizaciones sindicales y sociales.

Siendo el Poder Legislativo nacional el más importante espacio de poder que se pone en juego electoralmente, veamos que sería “ganar las elecciones de octubre”.

En la Cámara de Diputados de la Nación

Se renuevan 127 bancas, es decir, prácticamente la mitad del cuerpo (257 diputados). Aquí se puede decir que todas las fuerzas políticas intentarán, al menos, conservar las bancas que actualmente poseen y que deben disputar, pero un buen desempeño electoral sería, sobre todo, aumentar el número de diputados que integran sus respectivos bloques. Para nosotros, sería sacar más bancas que las que ponemos en juego y tanto más cuanto eso minimice la cantidad de bancas del bloque Cambiemos y de la “oposición amigable” (massismo y bloque justicialista, especialmente).

Cambiemos deberá hacer una buena elección para mantener los 87 diputados que tiene, porque recambia 41 diputados, es decir, prácticamente la mitad. Otro tanto ocurre con el massismo que renueva 20 bancas sobre un total de 37 en su composición actual. También es una elección exigente para el Bloque Justicialista, ya que intentará reponer las 7 bancas que arriesga, sobre un total de 17. Nuestro bloque, el Frente para la Victoria más aliados (Movimiento Solidario Popular, Concertación-FORJA, Partido Solidario Sí), compromete 33 escaños sobre un total de 73.

Obtener más de 33 bancas empezaría a ser un buen resultado, pero se puede empezar a hablar de un triunfo electoral si todas las bancas que se pudieran obtener por encima de 33, se lograran a expensas de los bloques de Cambiemos, el massismo (Federal-UNA), el Bloque Justicialista, es decir, que estos últimos bloques tuvieran una reducción en la cantidad de diputados. Una victoria más nítida aún, sería que -como consecuencia de las elecciones (bancas conseguidas más reconfiguración de las fuerzas políticas en el Parlamento)- pudiéramos conformar un bloque o interbloque que sea la primera minoría de la Cámara (actualmente lo es el bloque de Cambiemos con 87 diputados). Un triunfo todavía más contundente, sería el que nos permitiera componer un bloque o interbloque que tuviera quorum propio en la Cámara (129 diputados), pero con realismo, hoy esa probabilidad es muy baja.

El cuadro siguiente muestra la cantidad de bancas que se renuevan en octubre, por distrito y fuerza política.


Bancas que se renuevan
FPV (Unidad Ciudadana y aliados)
Cambiemos (PRO y aliados)
Massismo (y aliados)
Otros
Buenos Aires
35
11
4
11
9
Catamarca
3
0
2
0
1
Chaco
4
2
1
0
1
Chubut
2
0
0
2
0
Ciudad Autónoma de Bs. As.
13
3
8
1
1
Córdoba
9
0
4
3
2
Corrientes
3
0
2
0
1
Entre Ríos
5
3
1
1
0
Formosa
2
1
0
0
1
Jujuy
3
0
2
0
1
La Pampa
3
0
2
0
1
La Rioja
2
0
1
0
1
Mendoza
5
1
2
0
2
Misiones
3
0
2
0
1
Neuquén
3
1
0
2
0
Río Negro
2
2
0
0
0
Salta
3
0
1
0
2
San Juan
3
2
1
0
0
San Luis
3
0
1
0
2
Santa Cruz
3
1
2
0
0
Santa Fe
9
2
5
0
2
Santiago del Estero
3
0
0
0
3
Tierra del Fuego
2
2
0
0
0
Tucumán
4
2
0
0
2
Total País
127
33
41
20
33


Muestra el cuadro, la importancia de la elección en la Provincia de Buenos Aires, donde se disputan 33 bancas, es decir, un poco más de un cuarto (27,5 %) del total de los 127 escaños en juego, pero además, un distrito que contiene al 37,01 % del electorado nacional con 11,8 millones de electores.

Dentro de las 33 bancas clasificadas como “otros”, están incluidas 14 bancas que en su momento fueron obtenidas por el Frente para la Victoria y que luego sus diputados se separaron del bloque (incluye al Bloque Justicialista, al Frente Cívico de Santiago del Estero, al Movimiento Evita, Bloques unipersonales como el de Plaini en provincia de Buenos Aires, entre otros). Esto significa que podemos tener la expectativa de que resueltas las PASO en algunas provincias, se puedan recuperar algunas de estas bancas. Lo que ya es un hecho, es que las dos bancas de San Luis, clasificadas como “otros” y que hoy pertenecen a Compromiso Federal (Rodríguez Saá), de ser conservadas, se integrarían al bloque que responde a la conducción de Cristina, ya que hoy está sellada una alianza entre ambos. Es muy probable el  triunfo de Cristina en la provincia de Buenos Aires, lo que hace suponer que como consecuencia de la ratificación popular de su conducción, habrá realineamientos parlamentarios que posibilitarían conformar un bloque o interbloque que permita poner freno a Macri desde del Congreso de la Nación (téngase en cuenta que, ya al confirmarse su candidatura, se aglutinaron y concentraron en torno a su figura muchos dirigentes y sectores políticos, lo que también podría ocurrir después de las PASO).

El cuadro también muestra la importancia que para el massismo tiene la provincia de Buenos Aires, ya que de las 20 bancas que tiene que renovar en el país, 11 son de esa provincia, con el agravante que, de las otras 9, muchas fueron obtenidas en otras provincias en el 2013, en alianza con el radicalismo quien, ahora, es aliado del PRO.

Cambiemos, si bien en el país es quien más escaños debe renovar (41), en provincia de Buenos Aires sólo renueva 4, lo que permite predecir que superará con cierta holgura es número.

Es realista pensar que podemos ganar en la provincia de Buenos Aires. Muchos compañeros están ansiosos por ver a Cristina ganar en la Provincia por un amplio margen de votos. Tenemos que ser cautos en este punto. Cristina no puede ganar con el 54% de los votos, como lo hizo en 2011. Ganar con entre el 35 y 38 por ciento y una diferencia de 4% al 5% con respecto al segundo, sería un triunfo enorme. Seguramente, el techo estaría alrededor del 38%, que, por otra parte fue el porcentaje de Scioli en la Pcia. de Buenos Aires en la primera vuelta de la presidencial  de 2015.

Por supuesto que la cantidad de bancas en juego en Ciudad Autónoma de Bs. As. (13), Córdoba (9) y Santa Fe (9), y la cantidad d electores que concentran (2,5 – 2,7 – 2,6 millones, respectivamente), también los hacen distritos muy importantes, pero nuestras chances en ellos parecen más limitadas que en la provincia de Buenos Aires. En CABA, históricamente adversa al peronismo, solo podemos aspirar a salir segundos; hay probabilidades de conservar las 3 bancas y sería un batacazo ganar una cuarta. Córdoba es una provincia en la que el kirchnerismo, ya hace años, está debilitado; ganar allí una banca sería un enorme logro. Nuestra expectativa en Santa Fe está depositada en la lista de Agustín Rossi y la posibilidad de conservar las dos banca en juego.


En la Cámara de Senadores de la Nación

Se renuevan los senadores de ocho provincias, tal como se detalla en siguiente cuadro:



Bancas que se renuevan
FPV (Unidad Ciudadana y aliados)
Cambiemos (PRO y aliados)
Massismo (y aliados)
Otros
Buenos Aires
3
2
0
1
0
Formosa
3
2
1
0
0
Jujuy
3
2
1
0
0
La Rioja
3
0
0
0
3
Misiones
3
2
0
0
1
San Juan
3
2
0
0
1
San Luis
3
1
0
0
2
Santa Cruz
3
2
1
0
0
Total País
24
13
3
1
7

Aquí el panorama es muy complejo porque el bloque del FPV en la actualidad no actúa unitariamente y, muchas veces, sus miembros votan con criterio independiente. Es decir, quizás “ganar” podría ser, simplemente, recomponer un bloque, mayoritario, coherente y unitario, claramente opositor. Ganar ampliamente sería obtener, por lo menos 14 escaños, con Cristina ganadora en la Provincia y conformando un bloque o interbloque (FPV-Unidad Ciudadana-PJ) que sea mayoría con quorum propio (37 senadores) y, por supuesto, coherencia opositora que no fue demostrada en los dos últimos años, en una suerte de diáspora de los senadores del FPV-PJ. En este sentido, parece probable sumar al menos entre 8 y 10 senadores por vía de los votos a ese bloque o interbloque y otros entre 6 y 4 por vía de una recomposición de alianzas en la Cámara, lo que permitiría conservar la condición de bloque o interbloque mayoritario con unos 34 o 36 senadores, aunque no obtener el quorum propio. Esto último será más difícil de lograr, aunque no improbable. Algunas de esas dificultades para el armado de un bloque o interbloque con éstas características provendrán, seguramente, de las relaciones que los respectivos gobernadores hayan establecido o establezcan con el gobierno nacional.

En conclusión, hay muchas formas de entender qué es “ganar” las elecciones de octubrey con el escrutinio definitivo en mano, muchos harán sus análisis e interpretaciones (forzadas o con objetividad). Para nosotros, como lo plantea nuestra plataforma, “ganar” significa fortalecer nuestra posición en el Parlamento (aunque no exclusivamente allí) para que sea uno de los límites al ajuste neoliberal. “Ganar”, podría ser entonces que:
·         En la provincia de Buenos Aires, Unidad Ciudadana obtenga la mayor cantidad de votos para senadores y diputados nacionales. Logrando dos senadores por la mayoría (Cristina y Taiana) y once o más diputados.
·         En la Cámara de Diputados podamos conformar un bloque o interbloque Unidad Ciudadana /FPV-PJ y, eventualmente otros, que acreciente la composición actual de 72 miembros.
·         En la Cámara de Senadores, mejore nuestra situación actual, acordando la integración de un bloque o interbloque mayoritario de Unidad Ciudadana /FPV-PJ-Compromiso Federal que actúe con unidad de criterio frente al oficialismo y su ajuste neoliberal.

Si no alcanzamos esto, ¿habremos “perdido la elección”? Puede ser, pero seguro, como siempre, ¡NO NOS HABRÁN VENCIDO!


 *Lic. en Sociologia



Como un perrito, ¿viste?

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“Una definición estrecha de la democracia”

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Entrevista al filósofo francés Florent Guénard 

Guénard analiza y critica las teorías que sustentan “un imperialismo democrático legítimo”, el andamiaje de ideas en el que se basan las presiones y las intervenciones del poder global sobre pueblos disidentes respecto de los modelos hegemónicos.
 
 

CIVILIZACION O BARBARIE:“Se sigue utilizando la imagen sarmientina para descalificar”

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ENTREVISTA A LA SOCIOLOGA MARISTELLA SVAMPA

Su libro El dilema argentino: Civilización o barbarie es un estudio exhaustivo de los momentos históricos clave del país, vistos a través de la dicotomía instaurada por la obra de Sarmiento. Svampa analiza el modo en que su invocación actualiza viejos prejuicios clasistas o racistas y reflexiona sobre la imposibilidad de “desapasionar” la oposición peronismo-antiperonismo.
https://www.pagina12.com.ar/commons/imgs/go-gris.gif Por Silvina Friera
Es una “peronóloga en el país del peronismo infinito”. Cuando la socióloga Maristella Svampa publicó El dilema argentino: Civilización o barbarie (Taurus), un libro que acaba de reeditar, pensaba que era necesario desapasionar la oposición peronismo-antiperonismo para volverla realmente apasionante. “Hoy en día, y desde mi compromiso con los movimientos sociales, tengo sentimientos mucho más encontrados con el peronismo. Y no hablo del cierre del peronismo ‘desde arriba’, sino en la relación con los sectores populares. Cuando uno ve el funcionamiento real y efectivo del peronismo ‘desde abajo’, y observa cómo éste instala un vínculo político que apunta a la reproducción de la pobreza y la exclusión y, al mismo tiempo, cómo ataca otras experiencias políticas, resulta mucho más difícil mantener posiciones políticas desapasionadas”, confiesa Svampa en la entrevista con Página/12. “Es cierto que la aspiración de una cierta izquierda ha sido siempre la desperonización de los sectores populares. Pero en las últimas décadas lo que prima es la creencia de que la cristalización de la identidad peronista de los sectores populares marca un límite para la acción política transformadora. Creo que hay que combatir esta idea, y en este sentido considero que, desde una izquierda independiente y no dogmática, es posible construir un vínculo político diferente con y al interior de los sectores populares.”
El dilema argentino... es un estudio exhaustivo de los momentos clave de la historia del país –desde la generación del ’80 del siglo XIX hasta los recientes años ’70– a través de la imagen inaugurada a partir de Civilización y barbarie, título original de la obra que Sarmiento publicó durante su exilio en Chile, en 1845. Esta dicotomía fundacional de la doctrina y del programa liberal fue puesta al servicio de la legitimación política de un nuevo orden, pero su importancia no se detiene ahí. “Esta imagen termina por convertirse en una suerte de matriz de lectura general de la cultura argentina en la cual la importancia y el peso del pasado es fundamental”, advierte la socióloga. Pero esta matriz fue adquiriendo distintos significados e interpretaciones. “Es un proceso bastante complejo; no es un esquema lineal. Lo que activa la imagen sarmientina son las luchas y los conflictos políticos, pero lo que queda de esta dicotomía, en términos de eficacia simbólica, es que es utilizada como un mecanismo de descalificación política a partir de la recuperación democrática”, plantea Svampa.
–¿Qué pasó con el menemismo?
–Se reactivó el fantasma de la barbarie con el Menem populista, antes de que hiciera su conversión al neoliberalismo. Pero de manera muy clara se utilizó a partir del surgimiento de nuevos movimientos sociales que tienen como base a los desocupados. En los últimos años se ha reactivado la figura de la peligrosidad social en clave sarmientina, el aluvión zoológico, el desborde plebeyo de las masas, que resurgen en la escena política reactivando representaciones clasistas y racistas que tienen larga data en el país. La imagen civilización o barbarie no es más una clave explicativa general; ha sido cuestionada al igual que otras representaciones binarias de la historia, pero queda como un mecanismo de descalificación política y como una representación que resurge en períodos de grandes crisis, que ponen de manifiesto la inconsistencia de lo social. La crisis del ’89 o la del 2001 serían ejemplos de momentos en los cuales la amenaza de la descomposición social crea temores que se cristalizan en ciertas figuras que aparecen como peligrosas. Después de la dictadura militar, la imagen de la civilización sólo podía ser recreada por una tradición autoritaria, represiva y criminal.
–Se podría decir que para la dictadura la democracia estaba en el campo de la barbarie, en tanto la entendía como un sistema de descomposición y anarquía...
–Efectivamente, hay una imagen de la democracia asociada al desborde del marco jurídico-político que la elite construye desde temprano. Esto aparece en los años ’80 con los primeros inmigrantes que no responden a los ideales o expectativas de la elite y que comienzan a organizarse en distintos sindicatos socialistas y anarquistas. La figura de lo exótico, de la peligrosidad, va a ser encarnada por el inmigrante y no es raro que en el Centenario se revalorice al gaucho vencido y domesticado, como núcleo identitario nacional, bajo la pluma de Lugones, el intelectual orgánico de la elite. Aunque esta idea de peligro también reaparece con Yrigoyen y con Perón, la desconfianza a las masas está presente en el diseño constitucional de la república. En los años ’70, con la dictadura militar, la doctrina de seguridad nacional constituye uno de los ejes ideológicos que se nutre de esta desconfianza respecto de la democracia. Pero aquellos que revalorizan la barbarie como núcleo identitario nacional, como sustancia de la historia, como polo en movimiento que se ve obstaculizado en su desarrollo histórico, también desconfían de los mecanismos políticos institucionales.
–¿Por qué va perdiendo legitimidad esta dicotomía?
–Por un lado se va cargando de nuevos sentidos y esto hay que leerlo al calor de ciertos conflictos: 1910, 1930, 1945, 1970 son puntos de inflexión de la historia argentina en los que se resignifican e invierten los contenidos de la dicotomía. La valorización positiva de la barbarie empieza con los revisionistas en 1930, pero se actualiza en términos de actor político con el peronismo. En los años ’70, observamos claramente el debilitamiento del polo civilizatorio y asistimos a la eclosión de la imagen de la barbarie. Después del carácter ferozmente represivo y criminal de la dictadura, hubo que revisar el pasado bajo otros términos, no ya a través de representaciones maniqueas. A partir de los ’80, encontramos la necesidad de hacer una autocrítica de estos procesos históricos, de cómo fueron leídos e influyeron en las prácticas, desde la revalorización de la democracia representativa, que no había tenido lugar dentro de la tradición nacional-popular ni en la tradición político-autoritaria.
–¿Pero se superó ese esquema dicotómico o aún quedan resabios?
–Sin duda podría decir que el sentido común histórico de los argentinos, como lo señala Halperin Donghi, está muy nutrido por el revisionismo histórico, que es absolutamente dicotómico. En el campo de las ciencias sociales y de la cultura, ya no es más funcional. Pero si no estuviera latente la imagen civilización o barbarie, no sería tan fácil reactivar prejuicios clasistas o racistas, como sucedió con los piqueteros a partir de su ingreso sistemático y frecuente a la ciudad de Buenos Aires.
–¿Kirchner aprovechó estos residuos de la imagen de civilización o barbarie al interior del peronismo?
–No me parece. En Menem hubo una necesidad de vaciar de contenidos conflictivos al peronismo y por eso liquidó el legado de la tradición nacional-popular. Con Kirchner se pone de manifiesto la posibilidad de reactivar esta tradición. Pero creo que es muy difícil realizar un rescate cabal cuando este vaciamiento de los ’90 vino acompañado de la pérdida de una de las dimensiones fundamentales del peronismo, el igualitarismo, que era un contenido muy fuerte dentro de esas formas que evocaban lo plebeyo y el desborde de las masas. No se ve en el kirchnerismo, más allá de la ilusión, que la dimensión igualitaria tenga un rol fundamental. A veces es muy difícil volver sobre los pasos. Discrepo con ciertas lecturas que se ha hecho del peronismo como populismo, por ejemplo la de (Ernesto) Laclau.
–¿Por qué?
–A través del peronismo, Laclau realiza una interesante y sutil lectura del populismo, en términos que aluden a éste como una suerte de significante flotante o vacío en permanente disputa, según los textos. Considero que la lectura de Laclau no pone el acento en las discontinuidades o en los puntos de no-retorno que producen los mismos hechos históricos. En ese sentido, tiendo a pensar que los ’90 instalaron un punto de no-retorno en ese proceso de disputa y resignificación político-cultural de la tradición nacional-popular, en la medida en que el peronismo liquidó su dimensión igualitaria que, más allá de los avatares y pragmatismos pasados, formaba parte de su núcleo duro. Además, mientras no se plantee una verdadera ruptura con el legado neoliberal, propio de los noventa, la reapropiación de dicha tradición va a quedar en el terreno de la ilusión populista, para unos; en el del conocido cinismo, para otros.
–¿A qué se refiere cuando señala que el “setentismo” cumple un rol articulador en el presente?
–Cada vez me convenzo más de que la disolución de la dimensión igualitaria del peronismo y la negación del pasado noventista hoy aparecen desplazados en su centralidad por el “setentismo”. Pero el setentismo del que hablo poco tiene que ver con los esquemas binarios del pasado o con los discursos emancipatorios de otras épocas. Si bien no creo que sea una cuestión de revancha generacional, como suponen erróneamente algunos, lo que sí está fuertemente presente en muchos de los que apoyan a Kirchner es que para toda una generación este gobierno representa algo así como “la última oportunidad”. Aunque de manera diferente a la del pasado, los setentistas de la era K tienden a confundir nuevamente la posibilidad del fracaso con el fin de la historia. El cruce de estas variables, a las que habría que agregar aquellas propias del escenario latinoamericano actual, hace que éste sea un momento cargado de ambigüedades, de tensiones y, sobre todo, de dobles discursos. Un momento en el cual la crítica al neoliberalismo va acompañada de una fuerte retórica antineoliberal, sin que esto constituya un obstáculo mayor para la consolidación del modelo de dominación y de las grandes asimetrías propias del modelo neoliberal.
–¿Cómo se lleva con el peronismo?
–La mirada sobre el peronismo atraviesa todas mis investigaciones. Al principio, cuando hice el trabajo sobre el rol de civilización o barbarie, pensaba que era necesario desapasionar el tema, la oposición peronismo-antiperonismo, para volverlo realmente apasionante. Pero esta visión estaba muy marcada por la distancia política. Hoy en día, y desde mi compromiso con los movimientos sociales, tengo sentimientos mucho más encontrados con el peronismo. Y no hablo del cierre del peronismo “desde arriba”, sino en la relación con los sectores populares. Cuando uno ve el funcionamiento real y efectivo del peronismo “desde abajo”, y observa cómo éste instala un vínculo político que apunta a la reproducción de la pobreza y la exclusión y, al mismo tiempo, cómo ataca otras experiencias políticas, resulta mucho más difícil mantener posiciones políticas desapasionadas. Es cierto que la aspiración de una cierta izquierda ha sido siempre la desperonización de los sectores populares. Pero en las últimas décadas lo que prima es la creencia de que la cristalización de la identidad peronista de los sectores populares marca un límite para la acción política transformadora. Creo que hay que combatir esta idea y en este sentido considero que, desde una izquierda independiente y no dogmática, es posible construir un vínculo político diferente con y al interior de los sectores populares.
https://www.pagina12.com.ar/commons/imgs/ico-arriba-pie.gif

En anteriores trabajos, Svampa había estudiado, sucesivamente, la vida en los countries y el fenómeno de los piqueteros.
SUBNOTAS

Los incidentes del 17 de octubre
¿Qué análisis hace de los incidentes del pasado 17 de octubre en la quinta de San Vicente a la luz de las imágenes de civilización y barbarie?
–Claro que sería fácil pensar en términos maniqueos y actualizar, una vez más, la imagen sarmientina de la barbarie, como mecanismo de invectiva, reafirmando la visión antisindical y antiplebeya que existe en amplios sectores sociales. En realidad, los hechos del 17 de octubre en San Vicente mostraron las profundas transformaciones sufridas por el sindicalismo peronista en las últimas décadas, al compás de la desestructuración del mundo laboral y del quiebre de las solidaridades de clase. Así, de representar una realidad rica y muy compleja –esa mezcla de elementos clasistas con elementos paternalistas propios del peronismo histórico, al menos hasta 1973–, en las últimas décadas, el sindicalismo peronista fue perdiendo espesor ideológico, reduciéndose a una caricatura, potenciando sólo aquellos elementos vinculados con la pura acción corporativa y la defensa pragmática de la unidad sindical. Desde el punto de vista de las representaciones, hay que señalar que, desde el costado del peronismo, se ha realizado un vaciamiento de la idea positiva de la barbarie. No olvidemos que la apropiación positiva de la barbarie no sólo estaba ligada a la idea del “actor histórico”, sino a la reivindicación de lo plebeyo, que atravesaba el folklore peronista y daba forma a su práctica política contestataria. Sin embargo, hace mucho tiempo ya que en el sindicalismo peronista los elementos plebeyos están desconectados de cualquier práctica de resistencia y aparecen cada vez más asociados a la manipulación clientelar y la práctica patoteril. Así las cosas, la apropiación de lo plebeyo y su articulación con formas de resistencia se sitúan por fuera del sindicalismo peronista; están claramente en otro lado...

FUENTE:PAGINA/12 - 2006

Revista Política Latinoamericana

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REVISTA POLÍTICA LATINOAMERICANA
Publicación digital semestral
Director: Mario Toer
politicalatinoamericana.org/revista1

REVISTA POLÍTICA LATINOAMERICANA, Nº4, Buenos Aires, enero-junio 2017

PRÓLOGO
EN MEMORIA DE MARCO AURELIO GARCÍA
Por Mario Toer

Ya hace algún tiempo he venido señalando que los escenarios políticos cada vez más se asemejan al milenario juego del Go. Quizá mi metáfora no haya obtenido tanto eco por el sencillo hecho de que este juego no ha alcanzado, en nuestro medio, la difusión que se merece, que sí lo tiene, por cierto, el del otro tablero, el Ajedrez. Ambos fueron concebidos hace muchísimo en las tierras de oriente, donde también se teorizó sobre la guerra, sin metáfora, con cabal trascendencia, y se construyeron imponentes murallas. La gran diferencia entre ambos juegos estriba en que, mientras en el Ajedrez existe la posibilidad de arribar a un repentino y pronto final, con el movimiento preciso de fichas claves, en el Go no hay protagonistas encumbrados ni jerarquías ni tampoco atajos. Todos son peones, de a pie, y se trata de ir creando cadenas que compongan territorios e impedir a su vez, con apropiados rodeos, que el enemigo los construya. Por cierto, hay un momento en que la primacía de uno de los contendientes se hace evidente y termina por paralizar al rival. Pero esto no se define con prontitud. Más bien, todo lo contrario.
Esta convocatoria al tino, la reflexión, y el cálculo a mediano plazo, para colocar la ficha en el lugar apropiado, está tornándose, cada vez más, en el... Seguir leyendo

Los avatares políticos y económicos y las lecciones olvidadas de San Martín

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Por Gustavo Perilli






Quienes residen en la Ciudad de Buenos Aires, no pueden dudar acerca de la exclusividad de la Avenida Alvear. Tal como ocurre con los parques, paseos y espacios urbanos, su nombre pretende honrar a una persona ilustre en su paso por esta vida. En este caso, la mención es para el general Carlos María de Alvear. La calle paralela en dirección hacia las vías del tren (por la avenida Callao) es Posadas, denominada así en honor al abogado y político Gervasio Antonio de Posadas. El hecho de ser contiguas, el trazado parecería estar sugiriendo diálogos imaginarios entre el general y el político, semejantes a los que, en realidad, efectivamente ocurrieron desde que Alvear desembarcó de la Fragata Canning en marzo de 1812, tras compartir un prolongado viaje (empezado en Londres) con personalidades tales como José de San Martín y Matías Zapiola. Más allá del azaroso temperamento de Alvear, tenían temas en común porque, básicamente, eran familiares directos (Posadas era tío de Alvear), confrontaban políticamente con Belgrano y San Martín (planeaban desplazarlos del Ejercito del Norte y la Gobernación de Cuyo, respectivamente), combatían las posiciones del caudillo oriental José Gervasio Artigas y, entre otras similitudes, se sucedieron en el cargo de Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata (Alvear reemplazó a Posadas).
 
Las preferencias políticas del general Alvear fueron sumamente controvertidas durante su vida pública y, en general, no se difundieron demasiado. Especialmente sus cambios de rumbos, expuestos desde su fervoroso sentimiento revolucionario orientado a liberar América del español, demostrado en las logias donde participó (con San Martín, entre otros), hasta su giro radical puesto de manifiesto en las cartas enviadas al Embajador británico Lord Strangford y al Ministro de Relaciones Exteriores de ese país, Lord Castlereagh, donde, literalmente, sostenía que "cinco años de repetidas experiencias han hecho ver a todos los hombres de juicio y opinión, que este país no está en edad ni en estado de gobernarse por sí mismo, y que necesita una mano exterior que lo dirija y contenga en la esfera del orden, antes que se precipite en los horrores de la anarquía //…// en estas circunstancias solamente la generosa nación británica puede poner un remedio eficaz a tantos males, acogiendo en sus brazos a estas provincias que obedecerán a su gobierno y recibirán sus leyes con el mayor placer: porque conocen que es el único medio de evitar la destrucción del país, a que están dispuestos antes de volver a la antigua servidumbre, y esperan de la sabiduría de esa Nación una existencia pacífica y dichosa (Rosa, 1951)". Si bien este ha sido el más conocido de los episodios, los historiadores sostienen que no fue el único. Luego de ser desplazado por Ignacio Álvarez Thomas y de huir al exilio en Río de Janeiro, continuaron surgiendo graves sospechas sobre su ética y moral. Especialmente, tras conocerse que, en su afán de agradar a las potencias extranjeras, a mediados de 1815 proporcionó información clave sobre las tropas rioplatenses a la corte española. "Estos infortunios", sin embargo, no impidieron que en la Argentina se le continuara rindiendo honores no sólo en la calle que lleva su nombre, sino también en el imponente monumento emplazado en la Plaza Francia, obra del escultor Emilio Bourdelle, e inaugurado en 1926 durante la presidencia de Marcelo Torcuato de Alvear (su nieto).
San Martín entendió el valor de contar con la “mano visible” de un Estado comprometido con el desarrollo
Siguiendo de paseo por Callao, siempre en la misma dirección, enseguida aparece la Avenida del Libertador, cuyas exclusividades distan de ser homogéneas en su trayecto hacia la zona norte. Su nombre rememora el centenario de la muerte del General José de San Martín (recuérdese que hasta 1950 se llamó Carlos María de Alvear) en su condición de libertador de los pueblos de la Argentina, Chile y Perú en combates tales como el de San Lorenzo, la defensa del Norte argentino y la gesta posterior a asumir la gobernación de Cuyo (tras confiar al caudillo Martín Miguel de Güemes y sus gauchos la soberanía norte del país). Desde lo estrictamente geográfico, a partir de la bajada de Alvear, en la zona de Libertador y Callao, parecería fluir toda esa etapa histórica, las controvertidas relaciones familiares en el poder y la persistencia de voluminosos dilemas (centralismo porteño versus desarrollo provincial y federalismo; afianzamiento de la soberanía versus búsqueda de paternalismos de potencias extranjeras y liberalismo económico versus proteccionismo estatal) que originaron y ensancharon una grieta reconocida, actualmente, hasta en los programas de espectáculos.

Volvamos a San Martín. En 1814, ya en la Gobernación de Cuyo, procuró afianzar la conciencia de la comunidad para enfrentar los problemas económicos que se le avecinaban (debido al renovado avance realista sobre Chile, el principal socio comercial de la región de Cuyo). Para enfrentar ese desafío, se distanció de las políticas de libre mercado respaldadas por el centralismo porteño de los tiempos de la Revolución de Mayo e impulsó medidas que en la actualidad aún se debaten. Entre ellas, gravó las exportaciones de vinos y agua ardientes, ordenó la construcción de infraestructura, impulsó la industria metalúrgica y defendió los derechos del peón rural. Trayéndolo a estos tiempos, posiblemente habría desaprobado las iniciativas de flexibilización laboral y de generación de "capital financiero" a través de endeudamiento externo (como las que se están imponiendo actualmente en América Latina). Anticipándose a las experiencias internacionales exitosas de mediados del siglo XX, supo entender el valor de contar con la "mano visible" de un Estado comprometido con las diferentes fases del desarrollo económico antes que exponer el destino de la Nación a "la mano invisible" de un mercado administrado por los intereses de los sectores sociales más poderosos (teoría que podría aplicar al estudio del actual mercado de cambios).
Durante este renovado proceso electoral de la Argentina, muchos votantes transitarán por las inmediaciones de las calles Alvear, Posadas y del Libertador antes de llegar al establecimiento donde ejercerán sus derechos. Estos mismos transeúntes, seguramente venerarán la icónica figura del General San Martín cruzando la Cordillera de Los Andes en su brioso caballo blanco (que pudo haber montado pocas veces en esa hazaña y que, en realidad, ni siquiera era blanco). Lo harán por tradición y herencia familiar, admiración hacia lo militar y su autoimpuesta cruzada contra la corrupción. Sin embargo, en la soledad del cuarto oscuro, no votarán las ideas sanmartinianas, más dispuestas a diseñar y construir elementos de identidad y organización de la Nación, sino que lo harán como probablemente lo hubiese hecho Alvear, respaldando, por ejemplo, la adopción de monedas extranjeras (en detrimento del uso de la moneda nacional: dolarización), entendiendo al trabajo asalariado como si fuera una mercancía más (y sólo un costo de producción para la empresa) y suponiendo siempre la existencia de desocupación voluntaria (que quien no trabaja es porque no quiere).

Este"olvido de las ideas sanmartinianas" al momento de votar, también será común en las decisiones de los asalariados de las zonas menos suntuosas de la Ciudad. Con el convencimiento que "los mercados libres e irrestrictos son intrínsecamente estables y que el gobierno (y el Estado) es la única serpiente en el Edén por lo que la única tarea de las políticas públicas es no estorbar (descripción de Galbraith de las ideas de Friedman, 2008)" y que el elemento paralizante del desarrollo es sólo el fenómeno de la corrupción, despreciarán el rol de las clases "menos productivas" (castigadas por el mercado) donde ellos mismos podrían estar comprendidos. Sin embargo, en contadas ocasiones se percatarán de que han sido víctimas de un espectáculo virtual (televisión y redes sociales) que "concentra toda mirada y toda conciencia //…// que no es un conjunto de imágenes, sino una relación social entre personas mediatizada por imágenes //…// que exige aceptación pasiva por su manera de aparecer sin réplica, por su monopolio de la apariencia (Debord, 1967)". Coincidiendo con Debord (y otros filósofos y sociólogos de esa línea de pensamiento), probablemente San Martín habría estado disgustado con estas conciencias moldeadas e inducidas por un capitalismo transmitido mediante la revolución de las comunicaciones expresadas en imágenes, contenidos, ideas, problemas, debates y agendas.

La recurrente interacción entre el funcionamiento del capitalismo y la velocidad de las comunicaciones está opacando la imagen de San Martín y enalteciendo la de Alvear. El recuerdo de las ideas del Libertador y su praxis política (no sólo la militar), deberían ser útiles para generar marcos conceptuales capaces de sustituir esa manía de fundamentar el voto mediante vacuas mediciones temporales de corrupción (algo imposible de hacer) y su comparación período a período de acuerdo a las imposiciones provenientes de la televisión y las redes sociales. Si esto no se entendiera, transitar por este sendero ayudaría al menos a revisar el valor de los honores rendidos por la sociedad en los espacios públicos

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